REFLEXIÓN ANTE LA VISITA PAPAL A CUBA
25 Marzo 20120 Por Luis Sexto , Periodista
Cubano
Como sabemos, el capitalismo de las potencias
hegemónicas se internacionaliza. Si hasta la segunda guerra mundial peleaban
entre sí, hoy se conciertan de modo que intentan convertir el Consejo de
Seguridad de la ONU en una oficina de trámites para la impunidad y utilizan la
alianza atlántica como el famoso tambor de Queronea de Alejandro Magno, cuyo
retumbar difundía el espanto entre los soldados enemigos: ¡OTAN!, ¡OTAN…!
La nueva internacional capitalista unifica
también el lenguaje de su geopolítica, y el vocabulario resultante destila perversidad
y cinismo, en resumen: la negación de la ética. Por tanto, la injerencia
significa ahora “intervención humanitaria” y el bombardeo masivo y
extenso en el tiempo se le llama “zona de exclusión aérea” y la matanza de
civiles equivale a “daños colaterales”.
Casi todas las palabras de la geopolítica del
gran capital, han de ponerse bajo cuarentena. Por ejemplo, democracia. ¿Qué es
la democracia para los Estados Unidos? ¿La que definió Lincoln cuando
dijo que significaba el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo? Más bien, democracia para los Estados Unidos es hoy el original
concepto griego, donde el demos, es decir, el pueblo, eran solo los
ciudadanos ricos y reconocidos. Los demás –mujeres, esclavos, pobres, mendigos-
no cabían en ese aún reputado como magnífico hallazgo del humanismo griego.
Concluyendo, pues, democracia para Washington es la norteamericana -limitada al
voto para los electores, y las decisiones para los poderosos de Wall
Street- que parece ser la única verdadera. Por qué, si no, la
administración de Obama, como las anteriores, aprobó para el año fiscal una
partida de 20 millones de dólares para “promover la democracia en Cuba”.
Volveríamos entonces, con la agudeza del viejo y
zahorí Lenin, a preguntar de qué democracia hablamos, para quiénes y para qué
la democracia. Pero también preguntemos a la cubana: ¿quién “se mete”
tanto dinero, dónde lo “meten”? Parecen términos obscenos, y lo son porque
obscenos son los fines y la mayoría de las organizaciones que emplean ese
dinero en reuniones, banquetes, pago de votos y de declaraciones de ciertos
personajes de aura internacional, y compra de pícaros para gritar, ocupar
templos, y adoptar poses de luchadores por la libertad dentro de Cuba.
Una de esos organillos se titula Directorio Democrático Cubano (DDC). En la
industria anticastrista es uno de los más dotados: en los bolsillos de sus
corifeos suenan partidas de esos 20 millones.
Recientemente el DDC circuló una demanda
patrocinada por la Red Latinoamericana y del Caribe para la Democracia
(Redlad), para que figuras de relieve, o al menos de cierto relieve la
firmaran. El texto, entre otros términos de la satanizadora retórica que con
respecto a Cuba proviene de los Estados Unidos, plantea aprovechar la visita de
Benedicto XVI para obligar a “crear un espacio para el diálogo”. Medio centenar
de personajes y personajitos, según los promotores, firmaron la petición. El
nombre más relevante, entre los conocidos, es Desmond Tutu, y cualquiera con
algún conocimiento del historial a favor de la justicia y contra el
apartheid del anglicano obispo sudafricano, no se explica por qué Tutu se
desacredita rubricando un documento, de tan sospechosa prosapia,
junto a Alfredo Cristiani o Armando Calderón Sol, ex presidentes de chata e
inmoral ficha política en América Central, cuyas crónicas cualquiera puede
confrontar.
Pero, personajes aparte, reparemos en el término
diálogo y volvamos a esgrimir la clásica pregunta de político inteligente:
¿Diálogo con quiénes y con qué propósito? Pues con la mal llamada
disidencia, grupo de enemigos del legítimo gobierno de Cuba.
Enemigos no pacíficos, sea aclarado, porque con sus acciones aparentemente no
violentas procuran fomentar un estallido que justifique una “intervención humanitaria”
de Washington en La Habana. Hemos de tener en cuenta, además, que es imposible
un diálogo con personas que si resuenan en la web, en su país son solo
conocidos en su casa o entre sus familiares, y cuyos salarios, ya que no suelen
trabajar, provienen de la USAID, el Fondo Nacional para la Democracia
(NED) y otros nombres y siglas no menos comprometidos con el gobierno
norteamericano en cuanto a subvertir repúblicas tachadas de enemigas o
calificadas de terroristas. Son pocos, pero ambiciosos estos disidentes a
quienes, si se les baja el pantalón o se les sube la saya, muestran el
sello “made in USA”. Y sus pretendidos líderes hablan, exigen, claman, aluden a
la libertad y la democracia y se arrogan el derecho de representar al pueblo de
Cuba.
¿Quién dio les tal mandato a Osvaldo Payá,
Elizardo Sánchez Santa Cruz, Guillermo Fariñas, José Luis Pérez (Antúnez), Iris
Aguilera, Mayra Beatriz Roque…? Han pervertido también la palabra pueblo. Y han
roto toda mesura, toda ética, porque mienten y reclaman sin tacto, irrespetuosamente.
Fariñas, salvado de la muerte más de una vez por los médicos cubanos tras
varias huelgas de hambre, dirigió una carta al Papa. Veamos si el psicólogo
con neurosis de martirio pudo alguna vez orientar correctamente a sus
pacientes, según se le juzgue al dirigirse al Papa. Fariñas le advierte a Su
Santidad, como si el guía espiritual de los católicos fuera ingenuo, ignorante
o manipulable: “El rol del obispo de Roma es estar de parte de Las
Víctimas y jamás apoyar a los Victimarios. En una Sociedad Totalitaria como la
que se apresta a visitar, estos papeles están bien definidos: Los Victimarios
son los opresores gobernantes y Las Víctimas los oprimidos gobernados”. Y
termina, en una línea que desicologiza al sicólogo: “Usted representa una Alta
Autoridad moral en este mundo, si no puede hacer lo pedido por los oprimidos,
por favor posponga su viaje a nuestra Patria”.
El Papa, presumiblemente, nunca responderá ese
insulto, agravado con mayúsculas tan mal empleadas. En cambio, la más certera
respuesta a Fariñas proviene de una católica residente en El Cobre, cerca
del santuario de la Virgen de la Caridad. Melba Sánchez Franco dirigió a
Monseñor Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba, una misiva
conmovedora por su sinceridad. Tras una modesta presentación, escribe: “Estas
son las razones que me conmueven a poner en su conocimiento, el sentir mío y
otros hermanos que amamos a la iglesia y la virgencita. Me refiero a que hoy
nuestra iglesia la están cogiendo personas inescrupulosas para crear un
ambiente nunca antes visto en este pueblo, me refiero a las mujeres que dicen
llamarse Damas de Blanco, ya que todos los fines de semana crean la
atención entre los vecinos más próximos a la iglesia y pobladores del
Cobre, así como otras personas que visitan nuestra Virgen de la
Caridad (…) consideramos un bochorno esta situación que se está produciendo en
el Santuario y la hospedería todos los domingos y deseo de su bondad y su
bendición que contribuya a remediar esta bochornosa situación”.
Yendo a lo objetivo, El Papa, si ha de
solidarizarse con alguien, la caridad lo inclinaría a hacerlo con el verdadero
pueblo de Cuba, víctima de un bloqueo económico, comercial y financiero que
dura 50 años y que Juan Pablo II tildó, en 1998, de éticamente inaceptable,
porque incluso prohíbe la compra de medicinas que contengan una determinada
cantidad de componentes norteamericanos. Hace unos días, el vocero de la Santa
Sede, Federico Lombardi, expresó el parecer del Vaticano al condenar
nuevamente el bloqueo. Pero nadie en Cuba, podrá imponer una agenda al Papa, en
viaje pastoral, invitado por la Conferencia de Obispos Católicos y el Gobierno
de Cuba.
Los sedicentes disidentes han cometido, con
alguna, excepción, varios errores que los invalidan ante su pueblo, si este
los reconociera. Primeramente, hablar en nombre de la nación cuya
historia y cuyos padeceres a causa del bloqueo, soslayan culposamente.
Después, han pretendido ocupar los templos para generar conflictos
entre la Iglesia y el Gobierno previamente a la llegada de Benedicto XVI. La
Iglesia Católica, en su respuesta, optó por lo más justo: impedir que su actual
y creciente papel de interlocutora, y protagonista en diversos momentos de la
historia y la cultura cubana -no en cifras sino en hechos-, derivara hacia
la intriga marginal de pretender exigir del Gobierno, entre otros puntos, lo
que ya hace varios meses Iglesia y Gobierno resolvieron con la amnistía a
centenar y medio de reclusos por delitos políticos. ¿La libertad de qué otros
presos piden? ¿Creeremos la nunca demostrada noción mediática de que Cuba
es una cárcel?
El último error es definitivo. Han olvidado que
en nuestra historia el antianexionismo ha sido la estrella de nuestra bandera.
No importa que Narciso López la trajera con esos fines a Cárdenas en 1850. Yara
y Bayamo la limpiaron con sangre y cenizas en 1868 y 1869. El Padre Félix
Varela le trazó, como uno de los precursores, el único camino: la
independencia. Incluso reformistas como José Antonio Saco, si enemigo de la separación
de España, fue más acérrimo al rechazar la anexión. Quizás pocos como
Saco escribieron páginas tan ardientes cuanto patrióticas contra la anexión a
los Estados Unidos. Y para su epitafio pidió que se grabaran estas palabras: El
más antianexionista de los antianexionistas. Y José Martí sella la voluntad de
la nación al escribir unos días antes de morir en combate, la parte más clara
de su testamento político: todo cuanto hice fue para impedir a tiempo que los
Estados Unidos cayeran sobre Cuba.
Sabido, ¿no? Pero los mal llamados disidentes lo
olvidan. Ni Varela, ni Martí pidieron dinero al gobierno de los Estados Unidos
para fundar la independencia de Cuba. Les sobró ética, lealtad, capacidad de
representar a su pueblo porque procuraban su bien al querer el predominio de la
independencia y de la justicia social, a la que, por cierto ningún de los
grupos pronorteamericanos en Cuba o fuera de ella, dedica una alusión, ni
siquiera una promesa republicana o demócrata. La ética es práctica extraña entre
los disidentes que Washington y sus agencias fabrican, como maniquíes de
plástico. Mienten cuando afirman que una pedrada accidental sobre el cristal de
una ventanilla de un automóvil diplomático, es la secuela de una batalla a
tiros o difunden videos clandestinos tomados en prisiones donde es
imposible, increíble, filmar... lo que no existe ni sucede. Y engañaron e
instigaron a morir cuando Janisset Rivero, mano adelantada del Directorio
Democrático Cubano, instó a Zapata a renunciar a los alimentos hasta fallecer
por demandas baladíes como un televisor en la celda. Y mintió después cuando la
adolorida madre se marchó a Miami con la promesa de que todo, todo el bienestar
le sería dado porque la muerte de su hijo lo había ganado para ella. Reina
Luisa ya maldice el momento de aquella decisión. Vive, más bien,
muy cerca de la desesperación del que tiene poco en un país donde se
necesita mucho para sobrevivir.
Y ese pecado -mentir, engañar, instigar hasta el suicidio- tal vez ni
el Santo Padre pueda perdonarlo o quiera perdonarlo. Porque, según Sor Juana
Inés de la Cruz, quién es más culpable: el que paga por pecar o peca por la
paga.
Por Luis Sexto
Santiago de Chile, 26 de marzo 2012
Crónica Digital
Por Luis Sexto
Santiago de Chile, 26 de marzo 2012
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