viernes, 4 de septiembre de 2015

Carrera ante al pelotón de fusilamiento: Yo quiero dar la orden de disparar .





Carrera ante al pelotón de fusilamiento: 
Yo quiero dar la orden de disparar  
Un 4 de septiembre de 1821, el héroe patrio fue fusilado en Mendoza. Benjamín Vicuña Mackenna. http://fw.to/cuo9V8j
Las Ultimas Horas, oleo de Juan Manuel Blanes.
Hace 194 años, un 4 de septiembre de 1821, José Miguel Carrera, vivió su último día de vida. Uno de los padres de la Patria que deslumbró por su encanto y heroísmo. Su muerte, ante un pelotón de fusilamiento en la ciudad de Mendoza dejó en claro el carácter y la talla de Carrera, quien fue ajusticiado en el mismo lugar donde tres años antes sus hermanos Juan José y Luis, también habían caído a manos de un pelotón. Acá citamos algunos fragmentos del libro el Ostracismo de los Carrera, de Benjamín Vicuña Mackenna, donde se relata en detalle la hidalguía del general en sus últimos minutos de vida.

Vicuña Mackenna cuenta que “al sentarse en el banco Alvarez y Monroy (otros dos compañeros de armas de Carrera) solicitaron conciliarse, y se pusieron de rodillas delante de sus confesores -el buen recoleto que estaba al lado de Carrera, insinuole con respetuoso ademán aquel ejemplo de humildad y expiación cristiana, por si él tenía algo que revelarle aún de sus faltas íntimas: pero Carrera díjole solo con suave acento- ‘No, mi padre, a Dios lo tengo en mi corazón, no en los labios’ y como impaciente por la demora, volviose con viveza a hablar al mayor de la plaza, a cuyas órdenes estaba el piquete de tiradores (…) díjole que a él solo iba a pedirle un último favor.
Era éste el que le permitiese morir de pie, sin que se vendaran los ojos y dando él mismo las voces de mando a los tiradores. Barcala contestole que lo primero se lo concedía con satisfacción, pero que lo último era su deber tan privativo suyo, como mayor de plaza, que no podía acordárselo. ‘Al menos -replicó entonces Carrera- escoja usted los mejores tiradores y dígales que apunten a donde yo ponga mi mano’. Todo estaba ya listo en aquel instante… Carrera se puso de pie delante del banco, y apartando con indignación al verdugo que se acercaba a vendarle los ojos (…), colocó con sublime reposo la mano derecha sobre su corazón, y fijando en las cumbres nevadas de Los Andres, que se ostentaban a su frente esplendorosas con la luz de la mitad del día, una mirada de supremo adiós en que parecía decir a aquellos gigantes de granito fueran testigos de que moría grande como ellos, entregó a su Dios su pensamiento, su genio, su amor, su nombre, su destino y su inmortalidad…

Oyóse entonces un redoble de tambor… Los tiros habían partido… y el cadáver del héroe cayó de bruces sobre el suelo maldito de tantos martirios… Ninguna de las cuatro balas se habían perdido, atravesándole dos el corazón y despedazando el rostro las otras, sin dar lugar a la agonía”. Tras ser ejecutado, el cuerpo del general fue mutilado. Su cabeza se exhibió en la plaza de Mendoza y sus brazos fueron llevados a otras partes de Argentina. Mientras que los restos del cadáver fue enterrado junto a los de sus hermanos.

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