PROF. HAROLDO
QUINTEROS. CAMIONEROS.
La movilización de la
Confederación Nacional de Transportistas de Carga no ha dejado indiferente a
nadie. Antes que nada, aclaremos que los
movilizados son sólo los dueños de camiones, porque en su declaración del 27 de agosto de 2015, la Federación
Nacional de Conductores de Buses y
Camiones rechaza categóricamente la
movilización. Por cierto, es preocupante lo ocurrido, porque el
país no tiene trenes ni barcos mercantes suficientes para paliar la falta de
camiones en el transporte de bienes. León Vilarín, el líder de los dueños de
camiones en los años del gobierno de Salvador Allende, luego del golpe de 1973,
expresaba públicamente su júbilo por el derrocamiento del Presidente, señalando
que ahora “todo Chile se moverá sobre las ruedas de nuestros camiones.” En
efecto, entre 1972 y 1973, los dueños de camiones fueron especialmente activos
en crear el clima de desabastecimiento, descontento popular y caos que sirviera
para destituir legalmente al Presidente constitucional en ejercicio. Al respecto, conviene, una vez más, recordar:
1. La destitución del Presidente debía contar con los votos de los dos tercios
del Parlamento que se elegiría en las elecciones
legislativas de marzo de 1973. La oposición (la derecha y la DC, unidas en
coalición desde 1971) sólo obtuvo poco más del 55%. Por su parte, a pesar del
clima creado en su contra desde dentro y fuera del país, el gobierno obtuvo más
del 44% de los votos, cifra nunca alcanzada por otro gobierno, hasta entonces y
hasta hoy, en esas elecciones
parlamentarias, las que, además, se realizan universalmente en toda democracia
al llegar un gobierno a la mitad del período legal de su mandato. ¿Se imaginan
qué hubiese pasado con las dos últimas administraciones si para acabar con
ellas las FF AA tuvieran como argumento el apoyo ciudadano que tienen en la
mitad de su gobiernos? 2. Las huelgas de los camioneros, desde la primera, en
octubre de 1972, fueron un acto político, tan político, que fueron financiadas
por el gobierno de Estados Unidos, como lo han revelado ante el mundo entero infinidad
de archivos de la CIA desclasificados desde 1990, justo al término de la Guerra
Fría. Esos mismos documentos revelan que, una vez fracasado el intento de destituir
legalmente a Allende, el gobierno
estadounidense participó directamente en el golpe de Estado. No sólo eso; organizó
y dio todo el apoyo logístico necesario a la “Operación Cóndor,” un eje
conspirativo de las dictaduras cívico-militares de derecha que operaron en el
cono sur latinoamericano, con el fin de aniquilar a los partidos políticos de
izquierda del subcontinente. Hasta ahí el pasado. Veamos ahora el presente. La
movilización de los dueños de camiones, según sus organizadores, tiene su razón
en las acciones de sabotaje que sectores organizados mapuches están llevando a
cabo en la Araucanía. Efectivamente, estos hechos se han producido y son repudiables,
pero también muchos han sido falsos. Nadie ignora que varios camiones fueron incendiados
por sus dueños; obviamente, sólo camiones asegurados. Pero, en fin, la razón clave es
otra, y es política: la inveterada incapacidad y/o falta de voluntad de toda la
clase política chilena de resolver seriamente el antiguo conflicto que tiene el
Estado de Chile con el pueblo mapuche, que ha sufrido el más abusivo despojo de
tierras que les eran legalmente propias,
y que hoy sólo busca, sin éxito, llegar a una recuperación pactada de ellas. Tras
la movilización de los dueños de camiones, está incuestionablemente, la
derecha, particularmente su más genuino referente, la UDI. Su verdadero
objetivo no es otro que no devolver esas tierras a sus legítimos dueños, y
preservarlas para la extensión de su explotación por capitalistas privados
(termoeléctricas, forestales, etc.). Para eso, es preciso el aplastamiento militar
de la rebelión mapuche antes que ésta cobre más ímpetu. La mayor parte del país
dice otra cosa: hágase justicia al pueblo mapuche, y no habrá razones para más
conflictos en la Araucanía ni huelgas de camioneros.
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