jueves, 20 de agosto de 2015

Historias de Combatientes


 

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Tal vez un designio, tal vez convicción. Amor al país natal, amor a Chile. Eso es lo que podría caracterizar a José Miguel Carrera, escritor capitalino llamado igual que el padre de la patria y líder de nuestra independencia. Es indudable que a ambos los une el sacrificio que hicieron por la el país en momentos difíciles. El libertador nacional en 1810. Su actual homónimo a partir de 1973. Hasta ahora, que ha escrito dos libros: Misión Internacionalista, de una población chilena a la revolución sandinista, de Editorial Latinoamericana; y Somos tranquilos pero nunca tanto…, de Ceibo Ediciones.
Muchas veces ambos líderes -los José Miguel Carrera- fueron invisibles. Clandestinos. A través de una itinerante cortina de humo se movió nuestro entrevistado por diversos caminos. Podía estar aquí y mañana allá. Hoy en Chile y mañana en Cuba, en Bulgaria, o en Nicaragua. Un nómade enfrentado a múltiples peligros durante los 70 y 80.
– Voy a llevar su libro Somos tranquilos pero nunca tanto… en la mano así me va a reconocer- le digo previo la entrevista. El encuentro es en el Teatro de la Universidad de Chile, en Plaza Italia, para luego ir a una shoppería manteniendo un procedimiento secreto muy al estilo de los viejos tiempos. José Miguel se ve bastante serio sin la barba que a menudo usaba. El saludo es distante. Pero a los cinco minutos ya estamos platicando animosos. Reímos ante la confusión entre urbe salvaje y ubre salvaje.
– Me confundí: Hay varios sitios XXX ubre salvaje- señala. Y larga una carcajada.
– Voy a revisar- le respondo.
José Miguel es sencillo y liviano de sangre. Seguimos conversando. De sus libros, de sus vivencias, y de la luz que -pese a las infaltables tinieblas- siempre lo ha iluminado en los caminos recorridos.
Misión Internacionalista.  De una población chilena a la revolución sandinista
Vayamos atrás. La infancia de José Miguel Carrera Carmona fue austera pero feliz. Una infancia, junto a seis hermanos, llena de descubrimientos en el paradero 18 de Santa Rosa, cerca del Callejón Lo Ovalle, en la comuna de La Granja. Sus padres pertenecientes a la clase obrera -y carreristas incondicionales- veían con grandes esperanzas el gobierno de Allende. José Miguel, a esas alturas, ya era dirigente estudiantil en su liceo. Un día de 1972, María Alejandrina Carmona Camus, la madre de José Miguel, le entregó un recorte donde se informaba de unas becas en Cuba para estudiar medicina. El gran sueño de aquella mujer era ver a uno de sus hijos recibirse de doctor. José Miguel postuló y quedó aceptado desatando la felicidad de toda la familia. De una población santiaguina a una universidad cubana en La Habana becado por el gobierno de Fidel Castro. Eran comienzos de los 70. Un siglo de cambios y revoluciones: la rusa, la china, la cubana, Vietnam. El triunfo de Allende sin un solo disparo percutido. Posteriormente, tras el fallido intento socialista en Chile, se presenta el desquite en Nicaragua. De una población chilena a la guerrilla sandinista es el título de su primer libro. Ahí, en ese texto, narra todas sus experiencias.
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El mundo cambiaba y la historia de este escritor no dejó  de sorprender. José Miguel nunca se preguntó qué le depararía el futuro. Y, tal vez, esa inquietud aún no tiene respuesta. La única respuesta certera es que hizo lo que su consciencia le dictó. José Miguel sabía el camino a seguir, pero no a dónde lo llevaría.
Cuba y Nicaragua
Era muy joven cuando viajó a Centroamérica. Casi un adolescente deambulando por los senderos que daban a aquella universidad de La Habana donde se impartía la carrera de medicina. El 11 de septiembre de 1973 -a través de la cubana radio Reloj- todos se enteraron en la isla del Golpe de estado contra Allende. Lo primero que pensaron fue en volver a Chile para luchar. Pero no era lo más aconsejable, pese a que José Miguel temía por la seguridad de un hermano comunista y la de su propia madre que pertenecía a la Junta de Abastecimiento y Precios. En Chile, poco a poco, se iba conociendo sobre los muertos y torturados. Los chilenos en la isla querían defender a sus compatriotas y exigieron preparación militar, pero los cubanos se negaron. Hasta que en julio del 75 un hecho cambió sus vidas para siempre: El Partido les pedía que se formaran como oficiales en las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas. Ninguno de los muchachos imaginaba lo que se vendría a futuro. Se debía llenar el vacío histórico militar por el cual Allende, en parte, no había podido defenderse de los militares golpistas. La preparación fue exhaustiva. José Miguel se prodigó en aprender todo. No era fácil. Pero él sabía que nada era fácil en la vida. Pasó el tiempo y se graduó en 1976 de Oficial de Tropas Generales, con el grado de subteniente.
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Ahora le tocaba otro desafío que les pidieron los cubanos: apoyar la revolución sandinista.
El primer día de enfrentamientos en Nicaragua le entregaron un fusil belga FAL con el cual combatió nervioso ante los aviones que sobre volaban arrojando bombas y metralla a destajo. Ese era el rostro de la guerra: desolación y muerte de más de algún amigo. Había que tener mucha convicción y entrega por una causa que él consideraba justa y necesaria.
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Tanto en Cuba como en Nicaragua fue aprendiendo de la solidaridad de pueblos que no eran el suyo. Pero José Miguel, pese al cariño de los centroamericanos, anhelaba volver a casa. Sin embargo -lamentablemente- deberían pasar muchos años para que ello ocurriera. Desde Chile y el exilio habían llegado un sinnúmero de jóvenes que se habían instruido en la isla. Muchos de ellos ahora estaban en Nicaragua. Ahí José Miguel hizo amigos entrañables: Roberto Nordenflych, Moisés Marilao, Days Huerta Lillo, Galvarino Apablaza. Y también Raúl Pellegrin Friedman, su comandante, su gran líder, y amigo. “Raúl era una persona con una paz interior muy grande. Tranquillo, súper tranquilo. Sencillo para hablar, conversar, y para dar órdenes. Muy estudioso. Cariñoso con los compañeros. Fraterno y muy inteligente, pero muy inteligente. Así es como lo recuerdo, porque nosotros nos conocimos en distintas etapas: cuando llegó a Cuba, Raúl, era un cabro más chico”, detalla José Miguel. “Yo era mayor un par de años. Era parte de esa generación que fuimos los primeros que sacaron de medicina para meterse en las Fuerzas Armadas de Cuba. Raúl era estudioso, serio. Después en Nicaragua, en la guerra,  jugó un papel muy importante, donde le tocó. Porque una guerra no significa estar todos los días peleando sin parar. Hay momentos donde, a lo mejor, en un lugar hay un tremendo combate y en otro tú estás fumándote un cigarro y no pasa nada. Eso tiene que ver con los hechos, pero adonde le tocó fue muy muy duro”, confidencia.
José Miguel Carrera no deja de sentir admiración por sus compañeros que cayeron en combate y agradece el reconocimiento que se les hace a los que lograron sobrevivir y ayudar a la victoria en Nicaragua. “En Centro America hay monumentos de homenaje a los combatientes internacionalistas chilenos. En Nicaragua, en  Peñasblancas, en la frontera que une Costa Rica con Nicaragua, en el paso fronterizo, ahí en el medio de la aduana donde pasan los camiones, hay una estatua con una placa que dice: ‘un homenaje a los combatientes chilenos que han caído en la lucha de Nicaragua’. Vas a El Salvador, un monumento, un homenaje, salen los nombres y los seudónimos de los chilenos. O sea los internacionalistas, los caídos, son reconocidos como héroes en Centro America, y las personas así como nosotros son muy respetadas”.
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La revolución sandinista logró la victoria el 19 de julio de1979. José Miguel no puede ver la celebración del pueblo en las calles de Managua pues es destinado a una misión de logística. Lo siguiente -por su condición de oficial- es ayudar a organizar las fuerzas armadas nicaragüenses. Luego de un tiempo vuelve a Cuba.
El Frente
Algunos internacionalistas, transcurrida la revolución sandinista, se trasladaron a El Salvador. Pasaron los años y ahora se venía lo que José Miguel tanto deseaba: ayudar a su pueblo, venirse a Chile. “Yo cuento ahí la historia de un partisano búlgaro que tuve la oportunidad de conocer -o el personaje de mi libro Somos tranquilos pero nunca tanto…– que me preguntó: ‘¿el partido de ustedes quiere sacar a Pinochet o tomarse el poder?’. Y yo jamás en mi vida me había hecho esa trascendente interrogante. ¿Qué era lo que deseaba hacer el Partido Comunista chileno?”. El 14 de diciembre nace oficialmente el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Esa noche efectúan un exitoso apagón en toda la zona central de Chile. Es la culminación de la rebelión popular impulsada por el líder comunista Luis Corvalán. A partir de esa noche los chilenos comienzan a conocer sobre este grupo armado que, con ingenio y mucho valor, defendió a aquellos que no podían defenderse. Principalmente sus acciones son propagandísticas, demostrando que la dictadura presentaba fallas y que no eran tan poderosos como parecía. “El Frente Patriótico Manuel Rodríguez era una organización de lucha”, sostiene José Miguel. “El pensamiento se generaba en forma colectiva. Había personas hábiles que daban opiniones, todos daban sus opiniones. Algunas buenas, algunas malas. Algunas correctas, con fundamento; otras con menos fundamento, y ellos tenían la habilidad de sacar un juicio, es decir éste es el pensamiento. Porque en el Frente no había ideólogos o un encargado de pensar, no era eso. Era producto de los que eran capaces de sintetizar el pensamiento colectivo,  poniéndole de sus ideas y analizando lo que pasaba en el país. De ahí se generaban los pensamientos. Ningún combatiente era escritor, o sea no era esa la idea. Es más: si te decían tienes que ir a morir tú te despreocuparías”, señala José Miguel. Y agrega su opinión sobre la posterior toma de las armas en Chile contra la dictadura de Pinochet: “Se dice despectivamente que esta generación de jóvenes tomamos las armas; pero yo estoy convencido de que es lo más digno que puede haber hecho un grupo de jóvenes chilenos contra la dictadura. Una dictadura que asesinó personas, violó, metió ratones en las vaginas de mujeres. Lo mínimo que puede hacer un chileno digno o una mujer digna, con útero digno o con ovarios dignos, era enfrentar a la dictadura con las armas en la mano. Para mí eso es lo más digno que hay. Pensemos en el caso de esta izquierda que generó que había que hacer esto, que había que luchar de esa forma, y después se reacomodó. Entonces los que  tienen que pagar el costo -y lo pagan dignamente- son los que combatimos con las armas en la mano. Los partidos no te defienden,  y los estoy metiendo a todos en el saco: al partido comunista, al partido socialista”, sentencia con cierta dosis de rabia. ” Es un mal argumento la crítica de la toma de las armas. Y fácil de rebatir: ¿Qué más violencia hoy que no te alcance la plata para comer? Agarra el sueldo mínimo, lo desglosas por día y ve. ¿Qué más violencia que eso? La sociedad es violenta cuando hay desigualdad e injusticia. Es violenta porque tú tienes que salir adelante como sea”.
Somos tranquilos pero nunca tanto…
– La historia de Manuel, el personaje de su libro Somos tranquilos pero nunca tanto… comienza en una marcha contra HidroAysén. La dictadura ha quedado atrás. Ahora los enemigos son otros. Sin embargo el estado de indefensión de la gente continúa.
– Manuel es un personaje con una historia anterior a la marcha contra HidroAysén- me responde-. En los tiempos de esta marcha, la post dictadura había logrado desarticular  y hacer invisibles los conocimientos y las experiencias acumuladas en los años de lucha contra la dictadura. La lucha contra el abuso hoy tiene otras formas, pero sigue teniendo los mismos rostros enemigos: los de los poderosos de siempre. El reencuentro con los compañeros de antaño muestra un hilo conductor que no se rompe nunca, que permanece en el tiempo.
– Hoy bastantes piensan que la llegada de la democracia no sirvió de mucho. ¿Cuál es su visión de la situación en Chile post dictadura?
– ¿Llegada de la democracia? Yo diría que la forma en que Pinochet salió del gobierno, definido por la Concertación como “Transición a la Democracia” permite dar cuenta que el término “democracia” da para todo. Los límites se volvieron difusos tras la salida negociada del dictador. Hubo gente que apoyó la lucha frontal, luego relativizaron sus posturas y eso confundió el camino para la gran mayoría de combatientes. Se instaló la idea de la “reinvención”, “abandonar las formas anteriores” y cosas por el estilo. Hombres como el personaje de Manuel no estaban preparados para eso, y se tardó mucho en entender que había que comenzar o construir otro camino nuevamente.
– Raúl Pellegrin profetizó todo lo que iba a suceder con una transición negociada por la Concertación. Toda democracia, por imperfecta que sea, es mejor que la dictadura. ¿Tenemos que conformarnos con ese discurso?
– Más allá de las profecías, se realizó un análisis concreto de las condiciones de organización y los fundamentos políticos de la lucha para derrocar a la dictadura; y de cómo las personas que se erigieron como los líderes frente al proceso de transición se posicionaron aislando cualquier posibilidad de retomar el camino emprendido por el gobierno de la Unidad Popular una vez sacado el tirano del sillón presidencial. La decisión de Raúl Pellegrín no obedeció a una majadería ni a una sobre ideologización. Tiene que ver más bien con la lectura política del momento, desde el punto de vista de la retoma del pueblo como protagonista de su historia, cosa que estuvo lejos de darse. En este sentido es claro que era imperioso terminar con la dictadura, pero como decía Violeta Parra: “Al pueblo le dan un pan y se olvida que tiene derecho a tener dos”. Así nos impusieron el engañoso concepto del “mal menor”, donde se perpetúa la lógica de dominación y explotación económica, política y cultural; es esto lo que no nos permite conformarnos. La alegría nunca llegó.
– Pareciera que los beneficios de la democracia son para unos pocos. ¿Es eso justo? ¿El sacrificio, incluso entregando la vida, de aquellos que lucharon, no ha quedado echado por tierra?
– La entrega de los compañeros combatientes contra la dictadura nunca fue en vano. Esto forma parte del legado que hoy nos mantiene claros frente las seducciones con que opera este sistema económico y político que quedó amarrado en esta democracia tutelada, antes por los militares y hoy por los empresarios. La gracia de los “Manueles” hoy, es que se formaron en la experiencia clara y concreta del combate a muerte por los derechos de todos y todas; y esa lucha sigue vigente, tanto desde el punto de vista de las condiciones de vida del pueblo de Chile, como desde el sentido que recobra esta lucha en un escenario de resurgimiento de actores sociales y políticos de izquierda, latinoamericanistas, comprometidos y consecuentes. Y este resurgimiento no es algo espontáneo, va cobrando carne en la cotidianeidad de hombres y mujeres que ven que el mentado crecimiento económico no los toca, que viven la falta de oportunidades para sus hijos, la ausencia de garantías para los derechos básicos como educación, salud, trabajo y vivienda.
– Con el paso de los años ha llegado la hora de escribir la historia del Frente. ¿Es una historia o son muchas historias?
– La historia del Frente, es la historia de toda una generación, son muchos los merecidos actores. Sin duda que se irá escribiendo, pero por las características del Frente, todos los aportes serán válidos y justos. El escritor puede ser el ayudista, la combatiente, el encargado del grupo de combate, el internacionalista. Todos los que pertenecimos a ese esfuerzo. Ha habido empeños muy validos, plasmados en tesis de estudiantes y libros de historiadores, etcétera; pero la verdadera historia la escribirán o la escriben los que combatieron o fueron parte de sus filas. Un día, meses, años, el tiempo que fuera que militaron en la organización con un esfuerzo combativo concreto o no, son muchas historias, por supuesto.
– Me gustaría que le contara a las nuevas generaciones quién era su amigo Roberto Nordenflich.
-Roberto: “Eduardo” en Nicaragua, “Aurelio” en Chile, fueron algunos de sus nombres. Fue un gran jefe revolucionario, combatiente internacionalista en la guerrilla sandinista, antes que ésta triunfara. Asesor militar en la especialidad de tanques al naciente Ejército Popular Sandinista y combatiente contra la guerrilla “Contra” en la defensa de la revolución. Luchador clandestino y jefe rodriguista en el FPMR. Un gran hermano. Sencillo, con ideas claras, fiel a sus compañeros y querido por muchos. Poco a poco se irá conociendo su semblanza.
– Con su experiencia ¿Se ha llegado a formar una opinión del por qué las fuerzas represivas de Pinochet actuaron con tanta bestialidad?  ¿Hay una respuesta a tanta maldad? ¿Se lo ha llegado a preguntar?
– El miedo precede a cualquier comportamiento bestial del ser humano. En este caso los poderosos de Chile deben haberse petrificado frente a este pueblo chileno empoderado en el gobierno de Salvador Allende. Éramos un pueblo estudioso, comprometido con el futuro de todos y de la patria. Los mecanismos para mancillar una vez más la historia de nuestro país, fueron extremos; desde el desabastecimiento durante la Unidad Popular, hasta la prisión, tortura, desaparecimiento y asesinato.  Qué pudiera explicar ese odio, si no el terror de la derecha chilena de perder sus privilegios, el servilismo de los generales de las FFAA ante ese poder, la criminalidad cómplice de los dirigentes democratacristianos, con excepciones, por cuotas de poder como administradores del abuso económico y político a la mayoría de los chilenos. Las fuerzas represivas semejan a lo que los nazis hicieron en Europa contra los pueblos de ese continente en la Segunda Guerra Mundial. No tienen perdón. Con Allende, teníamos en nuestras manos el futuro de nuestras propias vidas y de nuestra patria y eso no pudieron soportarlo.
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– Este libro Somos tranquilos pero nunca tanto… ¿cumple una labor sanadora? ¿Era muy imperiosa la necesidad de escribirlo?
– Como combatiente era un compromiso adquirido ante los hermanos caídos. Es un deber escribir. Sobre todo en los tiempos que estamos viviendo, para que las nuevas generaciones de compañeros tengan presente las experiencias anteriores, formen sus propios juicios y quizás les sirvan como respuestas -o de elementos de juicio- ante los desafíos que se les van presentando, sobre todo si las luchas que emprenden son de verdad.
– ¿Cuál es su opinión de toda la literatura referida a los 40 años del Golpe?¿Bienintencionada o habría también un disimulado interés comercial?
– Hay literaturas de todo tipo, todas cumplen un papel, las únicas que no me gustan son donde los autores se arrepienten de lo que hicieron por carencias o por compromisos actuales.
– Hay un pasaje en el libro donde unos mapuches -a la luz de la luna- hacen una ceremonia, junto a una machi, deseándoles  suerte antes de la intervención armada o toma de Pichipellahuén. ¿Dónde nace este apoyo y por qué?
– El pueblo mapuche, gran parte de ellos, fueron también reprimidos durante la dictadura de Pinochet y muchos de ellos se comprometieron directamente y/o simpatizaban con el Frente. Nunca olvido a Moisés Marilao, combatiente internacionalista mapuche y del Frente que entregó su vida el año 1984. Su historia también debe ser conocida.
– ¿Qué pasó después del triunfo del No y de la ascensión de Aylwin? ¿Fue una especie de borrón y cuenta nueva? ¿A qué se dedicó en esta vida civil en democracia?
– Pues simplemente a vivir y sobrevivir como muchos de mis compañeros.
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Han pasado 40 años desde el Golpe y mucha agua ha pasado por los puentes de este país. José Miguel Carrera Carrmona hace un repaso de los hechos: “…para la derecha era imposible derrotar por la vía democrática al gobierno de Allende. El apoyo a la Unidad Popular iba en ascenso, el Partido Nacional y la Democracia Cristiana no tenían fuerza electoral ni medidas institucionales para destituir a Salvador Allende. Por lo tanto optaron por la vía violenta y armada y la aplicaron sin prejuicios de ningún tipo. Su fin justificaba los medios y los métodos. Las Fuerzas Armadas pisotearon la Constitución, y nuevamente, como ha sido costumbre a través de la historia de Chile optaron por defender a las clases ricas y minoritarias del país, tomando la actitud anti patriótica de subordinarse a un gobierno extranjero, el de EEUU. Puede ser reiterativo este punto, pero no está de más recalcar la brutal criminalidad de los militares y los civiles que apoyaron el Golpe de Estado y la mantención de la dictadura: masacres, violaciones de mujeres, abusos sexuales, asesinatos de niños, desaparición de cuerpos de miles víctimas y combatientes hasta nuestros días y de tantos crímenes no esclarecidos ni juzgados.   Los líderes de la Concertación que incluía a demócratas cristianos, socialistas, radicales, y mapucistas y miristas renegados, entre otros, en las negociaciones con los gobernantes golpistas, de forma interesada o cobarde, no dieron el golpe de gracia a la dictadura. Privilegiaron sus propios beneficios, muy contrarios al sentir de la mayoría de los chilenos que querían juicio y castigo a los golpistas militares y civiles.
Junto con lo anterior, los negociadores de la Transición, para mantener el modelo político, social y económico de la dictadura, pactan la criminalización de la lucha popular armada y rebelde, borrando su aporte a la derrota de los golpistas. El doble estándar del primer gobierno de la transición, de por una parte (Aylwin) llorar por las víctimas de las violaciones de los DDHH y pedir perdón en representación del Estado, por otra aplica toda la fuerza de ese mismo Estado (no depurado de asesinos) en destruir las organizaciones populares que dieron una lucha frontal a los criminales golpistas. Los luchadores muertos, son transformados en víctimas y los revolucionarios que seguían luchando son tildados como terroristas, aplicando la misma lógica de la dictadura”, sentencia, y finaliza: “En Chile debería haber un Museo de los combatientes, con el mismo esfuerzo que se hace el tener el museo de las víctimas, llamado Museo de la memoria”.
 Sueños.  Cuando José Miguel Carrera se marchó a Cuba para estudiar medicina su madre le escribió -en el reverso de una foto de él- lo siguiente:”Hoy viernes 24 de agosto de 1973, te fuiste a Cuba hijo mío. Partiste en Aerolíneas Cubanas de Aviación, en el vuelo 462, a las 00,25 de la noche. Fuiste, hijo, al encuentro de tu destino. Dios ha de permitir que seas feliz allá, que se cumplan todos tus deseos de ser un médico, lo cual será el más grande orgullo para tu padre, hermanos y mamá. Pero a Dios le pediré cada día que nadie le cambie los sentimientos hacia tu hogar”, finalizaba el escrito en aquella foto que José Miguel recién leyó muchos años después.
Los padres de José Miguel se separaron y ella se fue a Mendoza, Argentina. A mediados de los 80, durante un viaje a Buenos Aires, José Miguel hizo una parada y la fue a visitar al barrio de Godoy Cruz en Mendoza. Tal como en Santiago, en una de la ventanas del inmueble, se leía el cartel de “Modista”. Tocó la puerta y ella misma salió a abrir. Luego de abrazarse, llorar en silencio, y de las primeras impresiones José Miguel fue a ducharse. De pronto la mujer ingresó al baño. “¿Qué hace esta documentación en su bolsillo? Tiene su foto pero no es usted. Dígame hijo la verdad. ¿Es médico o no?”. José Miguel le contó lo sucedido.  “No se cumplieron sus sueños conmigo”, señala ahora José Miguel. “El sueño roto de mi madre es un dolor que llevo dentro de mí. Opte por ser combatiente internacionalista y contra la dictadura de Pinochet, como muchos de mi generación. Conocí personas excepcionales. Estoy orgulloso de mi pasado”, finaliza José Miguel Carrera Carmona.
La vida es así. Los caminos de la vida nos llevan hacia diferentes destinos. No hay que tratar de volver atrás. Hay que seguir adelante.

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