ARLEEN
RODRÍGUEZ y ROSA MíRIAM ELIZALDE
Nueve horas de conversación,
interrumpidas por dos breves recesos. Se dice rápido, pero quien en medio siglo
haya seguido al líder de la Revolución Cubana sabe que esos 540 minutos
suponen la intensidad de varias bibliotecas y una carga emocional que durará
días y ya no olvidarán los que la vivieron. "Es el Fidel de siempre",
dice admirado Ignacio Ramonet, el autor de un voluminoso libro de entrevistas
con el Comandante. "Qué memoria inagotable y privilegiada", comenta
en el pasillo del Palacio de Convenciones la poeta y Premio Nacional de
Literatura, Fina García Marruz.
Al calor del "Encuentrode Intelectuales por la paz y la preservación del medio ambiente", título
que resultó insuficiente para la larga lista de temas que afloraron, los 69
intelectuales de 21 países que asisten a la XXI Feria Internacional
del Libro de La Habana
junto a 48 reconocidos escritores, pensadores y científicos cubanos, se
encontraron con un Fidel íntimo, que prestó atención a cada interlocutor y eran
para él, a la vez, fuentes en que saciaba su inagotable curiosidad. Cuando los
invitados exponían sus ideas, se podía seguir el rumbo de los pensamientos del
líder cubano por la expresión de su mirada, por ese gesto tan usual en él de
extender el dedo índice para enmarcar su cara o acariciar distraídamente la
barba.
Con la presencia en la salita
del Palacio de Convenciones del mexicano Sergio Pitol, Premio Cervantes 2005, y
el Premio Nobel de la Paz,
el argentino Adolfo Pérez Esquivel, los temas gravitaron sobre los asuntos más
urgentes. A veces el tono era de notable preocupación, como la posibilidad de
la extinción de la especie humana, el agotamiento de los recursos naturales, la
perversión de las transnacionales mediáticas y la aparición de artefactos de
guerra y hasta de control de la mente, que nadie imaginó antes ni en las peores
fantasías.
Daniel Chavarría,
uruguayo-cubano y Premio Nacional de Literatura, hilvanó su intervención sobre
la capacidad de Fidel de adelantarse a los acontecimientos, de ser una especie
de "adivino histórico" —y un pesimista táctico y optimista
estratégico, recordó alguien después—. Básicamente Chavarría quería que el
líder le dijera, si en este mundo que está a punto de irse a bolina y con un
problema enorme a cuestas, él tenía que acabar de alarmarse o quedarse
tranquilo. Fidel le respondió sin titubear: "Para quedarse tranquilo hay
que pensar en el problema y luchar contra él".
EL PODER MEDIÁTICO, APARATO
IDEOLÓGICO DE LA
GLOBALIZACIÓN
Zuleica Romay, presidenta del
Instituto Cubano del Libro, y Abel Prieto, ministro de Cultura, acompañaron a
Fidel en la mesa principal, de cara a la audiencia. Ella, que acaba de ganar el
Premio Casa de las Américas, abrió las intervenciones con la presentación de los
invitados y una excelente disertación que animó de inmediato el debate. Abel
ofició como moderador y dio la primera palabra a Ignacio Ramonet, el autor del
libro Cien horas con Fidel, quien había recibido en la mañana de este
viernes el Premio de Doctor Honoris Causa de Comunicación, de la Universidad de La Habana.
El tema del uso y abuso de
los medios inmediatamente robó la atención de todos, y en cierto modo fue la
columna vertebral que articuló el debate y los acuerdos que salieron del
encuentro, al ser la palabra la herramienta común con que los presentes pueden
atravesar el muro de mentiras, medias verdades y distorsiones que acompañan las
estrategias de dominación actuales. "Hay que partir del principio de que
hoy en día en el sistema mediático la información funciona como una
mercancía", afirmó Ramonet, que reproduce, en síntesis, parte de su
discurso en el Aula Magna de la
Universidad de La
Habana.
"La información hoy es
una mercancía, pero una muy particular, en la medida en que es gratuita. La mayoría
de nosotros, cuando consumimos información, por la radio, la televisión, la Internet y hasta la
prensa escrita —hoy hay muchos diarios gratuitos—, no pagamos por ella. ¿Cómo
es que el sistema que tan preocupado siempre está por los beneficios, hace que
la circulación de la información sea gratuita? Porque hoy el comercio de la
información no consiste en vender información a la gente, sino en vender gente
a los anunciantes", añadió.
Esto ha convertido al sistema
de información dominante en productores de noticias triviales, maniqueas, muy
cortas para que cualquiera las pueda entender, escritas con un arsenal de 600
palabras básicas que suprimen todo tipo de matiz y que apelan a resortes
emocionales, por encima de lo racional. "Cuanto más comunicación, más
dinero ganará la empresa. En ese sentido, la información es una materia prima
estratégica", comentó el investigador.
LA DOMINACIÓN CULTURAL
El Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez
Esquivel desgranó precisas palabras para identificar riesgos latentes. "La
dominación no empieza por lo económico; empieza por lo cultural", dijo
para señalar a continuación: "El sistema es jodido, pero
inteligente".
Frente al intento de
establecer un "monocultivo de las mentes", el intelectual argentino
llamó a "la resistencia frente a la dominación cultural". "No
tenemos recetas, pero tenemos formas de construir, de pensar y de hacer",
recalcó para destacar: "En América Latina nosotros vivimos
Indignados".
A la resistencia cultural, al
enfrentamiento a la dominación avasalladora, a la preservación del medio
ambiente, a la importancia del debate de ideas aludieron también en sus
intervenciones el escritor argentino Vicente Battista, la teatrista salvadoreña
Lina Cerritos, y las ministras de Cultura de Angola, Ecuador y Jamaica, entre
otros.
Frabetti se admira de que
Cuba es un país donde los niños apenas lloran. En lugares donde se vive bajo
permanentes estímulos consumistas, los pequeños suelen estar frustrados y
reaccionan con agresividad. Recordó la frase de Plutarco, el historiador
griego: "Los niños no son vasos que hay que llenar, sino llamas que hay
que alimentar".
SE TENDRÁN QUE IR DE MALVINAS
El escritor Miguel Bonasso
recordó conmovido cierto episodio en apariencias insignificante ocurrido en
febrero del 2006, cuando el estadista escribió la siguiente dedicatoria en la
primera página de un libro que le extendieron: "Con gran esperanza en la
juventud y en que el mundo siga existiendo", idea que seis años después
vuelve a estar en el horizonte del líder cubano.
Compartió otra anécdota.
Cierta noche en el Palacio de la
Revolución, poco después del terremoto al norte de Pakistán,
en octubre de 2005 y cuando ya se había tomado la decisión de que viajara una
brigada médica cubana en auxilio de las víctimas. "Ahora viene el
invierno, el frío —dijo Fidel y recordó Bonasso— y miles y miles de personas han
perdido sus casas en las montañas, qué pasará con esas personas, con las
mujeres y los niños". El escritor argentino añadió: "Usted es el
único hombre de Estado que yo he conocido que tiene la capacidad de pensar
sensiblemente, y a quien vi profundamente conmovido por el drama de la gente.
Me conmuevo todavía al recordar esa excepcional sensibilidad suya".
Por supuesto, Bonasso no se
abstrae del tema que agita hoy la opinión argentina: la nueva agresión colonial
de Gran Bretaña en torno a las Malvinas. Sobre ello terció el líder de la Revolución Cubana:
"No les queda más remedio que negociar e irse. Es tan descarado lo que han
hecho: hasta mandaron un barquito, un destructor, un helicóptero con un
Príncipe que es piloto", y añadió: "Los norteamericanos seguramente
no están muy felices. La situación no es de guerra, pero hay que
presionarlos".
Hay manera de hacerlo,
reaccionó el escritor, pues existe una Ley argentina —la 26569— que establece
que las compañías británicas que operan en Malvinas no pueden hacerlo en el
continente argentino.
"Pinochet ya no está
ahí; fue quien ayudó a los británicos en su última guerra contra Argentina.
Están desesperados, y así reaccionaron cuando Uruguay vetó recientemente la
entrada del barco británico con bandera de las Malvinas. No tienen nada que
hacer ahí. Irse es lo único que les queda", recalcó Fidel.
NO CONTROLAN LAS TERRIBLES
FUERZAS QUE HAN DESATADO
"Vine a escucharlos a
ustedes, a aprender de ustedes", insistía el Comandante cuando alguno de
los invitados se preocupaba por su esfuerzo. En esos términos estimuló la
intervención del politólogo argentino Atilio Borón, quien recordó las absurdas
divisiones dentro de la propia izquierda que a veces provocan censuras incluso
entre quienes comparten ideales superiores. "Son viejas costumbres que se
irán eliminando", terció Fidel.
Retomando la insistencia de
gran parte del auditorio en la necesidad de potenciar el uso de las redes
sociales, con lo cual concuerda, Borón advirtió a su vez que en los procesos
recientes del norte de África se difundió mucho la idea de que internet actuaba
como dinamizador social fundamental, pero, según las estadísticas, apenas el 20
por ciento de la población tiene acceso a la red en esa región. Pidió, además,
no olvidar el origen militar de internet y la vigilancia a que someten a todos.
Fidel comentó entonces cómo
con el uso y abuso de la tecnología "han acabado con la privacidad de la
gente. Se meten en todo. Todos los seres humanos vigilados por aquellos que se
consideran a sí mismos campeones de los derechos individuales".
Se rió de que "algunos
creen todavía en las claves" y dijo que el secreto de los yanquis en las
guerras había sido siempre conocerlas. Habló entonces de aparatos, ya en fase
de estudios avanzados, que pueden transmitir la electricidad a través de medios
que poseen apenas un átomo de altura, de los aviones sin piloto y de la
posibilidad de hacer que los soldados reaccionen subconscientes a órdenes
electrónicas, de forma más veloz que con los métodos tradicionales. Lo que inventan,
comentó "va más allá de la locura".
Durante el intercambio,
Atilio sugirió retomar la
Tricontinental (cita de luchadores de África, Asia y América
Latina), porque de este lado del mundo hay mucho desconocimiento aún del
carácter y alcance de los movimientos revolucionarios del Norte de África y la
gente es presa fácil de las distorsiones de los conglomerados mediáticos.
"Si no podemos parar
esas guerras, ellos vendrán después sobre nosotros... El silencio de los
intelectuales, nunca más...", pidió.
En el principio de la
reunión, al presentar a los invitados, Zuleica Romay había preguntado a Fidel
qué le parecía el auditorio. "Infinito", había respondido él,
seguramente pensando, más que en el número o el tiempo —que siempre resulta
breve cuando las ideas brillan en función del bien común— en la capacidad de
los hombres y mujeres que le acompañaban, de multiplicar su inconformidad con
el orden mundial vigente y hacer valer proyectos y paradigmas que salven a
nuestra especie de su autodestrucción.
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