Fidel presenta sus memorias: “El deber nuestro
es luchar hasta el último minuto”
Fotos: Roberto Chile
Galería de imágenes.
“Buenas”, saludó alegremente Fidel al auditorio, y con esa palabra
mágica se abrió en una de las salitas del Palacio de las Convenciones la
presentación del libro de memorias del líder de la Revolución cubana, Fidel
Castro Ruz: Guerrillero del tiempo, dos volúmenes de las conversaciones
sostenidas con la escritora y periodista Katiuska Blanco.
En el mismo tono risueño, Fidel alertó: “Van a hablarles de
dos libros de los que ustedes ni han tenido noticia”. Son, en efecto, dos tomos
que abren con los primeros recuerdos de la infancia del líder y cierran en
diciembre de 1958, previo al Triunfo de la Revolución. Suman casi mil páginas
en las “que yo tuve alguna participación”, bromea el Comandante, y ese tono
distendido animó todo el encuentro, que se prolongó por casi seis horas y al
menos una con el Comandante en pie saludando personalmente a un buen número de
asistentes, entre ellos viejos compañeros de lucha del Moncada y el Granma, y
los familiares de los Cinco cubanos presos en los Estados Unidos.
Fidel viste con un ligero suéter deportivo negro sobre una
camisa a cuadros predominantemente azules. La expresión de su rostro refleja
las emociones que le inspiran las palabras y anécdotas que van reconstruyendo
los presentadores de cada tomo de esta edición, Abel Prieto, Ministro de
Cultura, y Miguel Barnet, Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de
Cuba. A veces levanta las cejas y le brillan los ojos, como cuando Abel
recuerda pasajes de la infancia en Birán, o se ríe sin más preámbulo, por
ejemplo, al evocar Barnet las palabras del Che Guevara sobre el desembarco del
Granma: “Fue un naufragio”.
En realidad la razón por la que esté aquí, y lo repetirá de
diverso modo en el encuentro, responde a una única pregunta: “¿En qué más puedo
ayudar?”. Y si hubiera que escoger una sola frase que dé una idea de a dónde
nos llevará este libro -una joya de la
edición y la impresión de la Casa Editora Abril y la Imprenta Federico Engels,
con fotografías y dibujos de Ernesto Rancaño, a quien se debe la portada-,
quizás ayude esta que en algún momento de las conversaciones le dice a
Katiuska: “Prefiero el viejo reloj, los viejos espejuelos, las viejas botas, y
en política, todo lo nuevo”.
Mientras Katiuska presenta brevemente las ediciones e
intervienen los presentadores, por momentos Fidel se muestra tan emocionado
como nosotros, como si de pronto, tras aquel viaje apretado por las páginas de
los dos libros, viera en su conjunto, “como en una película en tercera
dimensión” -diría Barnet-, su propia vida. “Es que resalta todo el valor de lo
que se hizo, pero lo que más me interesa es ser útil.”
Comenta que lee cientos de despachos de agencias todos los
días. Literalmente devora toda la información que le llega. Sigue con
particular detalle la situación en Venezuela, que este 4 de febrero conmemorará
el 20 aniversario de la Rebelión militar comandada por Hugo Chávez: “Nunca
nadie hizo más por el pueblo venezolano, que el Movimiento Bolivariano”,
comenta.
De muchas cosas habló Fidel
con entusiasta disposición al diálogo a partir de los comentarios y
preguntas del auditorio: de las admirables luchas que hoy libran los
estudiantes latinoamericanos y del mundo por sus derechos; de su profunda
oposición a la enseñanza pagada; de su
firme creencia en que los conocimientos adquiridos y desarrollados en
nuestro país pueden multiplicar las producciones, los bienes y el nivel de vida
de la sociedad, incluso en la agricultura; de lo equivocados que estábamos
todos al creer que en el socialismo los problemas económicos estaban resueltos;
de los Nobel que raramente premian a los que creen en un sistema social más
justo; de las sorprendentes novedades de la ciencia y la tecnología: del
riesgoso gas esquisto y las fabulosas
perspectivas de la nanotecnología; de las visitas de líderes mundiales y la
impresión que le han causado; de Las Malvinas, “ese pedazo de tierra arrebatado
a Argentina”, donde ahora los británicos pretenden extraer petróleo y, por supuesto, de las terribles amenazas
que se ciernen sobre Siria e Irán, mientras Estados Unidos y Europa pretenden
convencer a Rusia con la ridícula idea de que el escudo antimisiles es para
proteger a ese país de las amenazas de Irán y Corea del Norte.
Es para él imprescindible seguir al tanto de los
acontecimientos, y reconocer que “ya no hay espacio solo para los intereses
nacionales, si no están enmarcados en los intereses mundiales… El deber nuestro
es luchar hasta el último minuto, por nuestro país, por nuestro planeta y por
la humanidad”.
Hablando de los Cinco
y con los Cinco
En dos ocasiones, Fidel habló de Juan Cristóbal, de Romain Rolland como una de
sus lecturas favoritas. La primera fue al descubrir en la fila detrás de sus
compañeros moncadistas, a las madres de los Cinco. Aquella novela estuvo entre
sus lecturas en prisión. Fue una de las que sobrevivió a la censura del jefe de
la cárcel, un “tipo odioso, imbécil,
ladrón…” Tanto que le prohibió libros
como el Stalin de Trotsky y en cambio dejó pasar El Capital, de Carlos Marx.
“Aquí estamos viendo a los familiares de los Cinco. Hay que
ver lo que han resistido esos hombres”, exclamó con admiración. Y aunque dijo que no había comparación entre
los casi dos años en que permaneció preso con los 13 que llevan confinados
Gerardo, Ramón, Fernando, Antonio e incluso René -al que no le permiten volver
a Cuba- se le sintió particularmente interesado en la situación actual de
ellos.
“Ahora mismo estaba leyendo lo que escribió Antonio, sobre
el traslado de prisión, ¿cómo está él?”,
preguntó con marcado interés aquel que como preso político también sufrió
atropellos y hasta amenazas de muerte.
Mirta, la madre de Tony, le explicó que era un cambio al que
tenía derecho y que él había pedido al reducirse su condena. El estuvo 13 años
en la prisión de máxima de Florence, Colorado - tan dura que le llaman el
“Alcatraz de las Rocosas”-, lo que obligaba a tomar tres aviones a sus
familiares de visita. Ahora está en
Marianna, Florida, la misma donde estuvo René hasta su salida el 7 de
octubre pasado.
“Ha resultado muy favorable el cambio por el clima y porque ahora solo tengo que tomar un avión y
después seguir por carretera”, explicó la madre del poeta prisionero, una admirable mujer que este año cumple 80 de
edad y ya estaba resintiéndose de las agotadoras jornadas de viaje para visitar
a su hijo. En cuanto a él, comentó que tiene muy buen ánimo y que le pidió
trasmitir a todos las gracias por el
apoyo a la lucha por la causa de los Cinco que ha entrado en una fase
crucial y decisiva.
“Se mantiene, como sus compañeros, con la misma fidelidad,
resistencia, buen ánimo y el deseo que por fin llegue la victoria”, dijo Mirta.
La visión íntima de la
Historia
La escritora Graziella Pogolotti, presidenta de la Fundación
Alejo Carpentier, inició la ronda de preguntas. Uno de los problemas del
acercamiento a la Historia -así en mayúscula- es que se sigue la secuencia de
los grandes acontecimientos, pero casi nunca los recovecos, aquellos detalles
íntimos, la memoria, esas cosas que no solo tocan la mente, sino el corazón.
Propone al líder de la Revolución que siga escribiendo, que continúe esta saga
testimonial y que cuente más de su experiencia como luchador y el intercambio
con grandes personalidades del mundo.
“Tengo que aprovechar ahora, porque la memoria se gasta”.
Otra vez aflora el magnífico humor de esta tarde, y promete: “Estoy dispuesto a
hacer todo lo posible por transmitir lo que recuerdo bien… He estado expresando
todas las ideas que tenía y los sentimientos por los que atravesé”. Más
adelante añade: “Tomo conciencia de la importancia de relatar todo eso para
transmitirlo, de modo que sea útil.”
Llamó la atención sobre la enorme revolución que se ha
producido en el pensamiento, en una época signada además por avances
científicos inusitados. “Internet es un instrumento revolucionario que permite
recibir y transmitir ideas, en las dos direcciones, algo que debemos saber
usar”, y comentó sobre el enorme potencial que tiene el país para participar de
estos desarrollos. Por ejemplo, solo la Universidad de Ciencias Informáticas,
entre estudiantes, docentes y trabajadores posee a 14 000 personas. “¿Estamos
aprovechando esos valores y recursos para transmitir ideas?”, se preguntó.
En diálogo con Mirthia Brossard, presidenta de la Federación
de Estudiantes de la Enseñanza Media, dijo que “debemos apoyar las ideas de la
joven chilena -Camila Vallejo- en el sentido de luchar para que la eduación
alcance igual para todos. Que no sea solo una educación general y gratuita,
sino preocuparnos por lo que se enseña”.
Y añadió: “La educación es la lucha contra los instintos. Los instintos
conducen al egoísmo, pero solo la conciencia nos puede llevar a la justicia.
Esta no es solo una fórmula práctica, sino teóricamente la única aceptable.”
El pintor Alexis Leyva Machado (Kcho) le comentó, ya casi al
cierre del intercambio, que este libro presenta al Fidel que se convirtió en un
líder de talla mundial no por la fuerza, sino por su inteligencia. Cuando el
artista le pidió que expresara una recomendación para bregar con este mundo
loco que nos ha tocado en suerte, el Comandante respondió: “Tú mismo lo has
dicho, hace falta más que un acto de valentía, un acto de inteligencia.”
Lamentó el líder de la Revolución que se agotara el tiempo,
pero el encuentro cerró tal y como se había abierto, con risas: “¡Qué lástima,
se va acabar esta reunión! Me he sentido muy feliz, pero yo soy un colaborador
de los médicos (que lo atienden). Y conste que lo hago como un acto, no de
valentía, sino de inteligencia.”
Conversaciones al
margen. EL VALOR DE SARA
Diana Balboa,
compañera de Sara González, cuyas cenizas serán lanzadas este sábado en la
mañana a las aguas de la Bahía de La Habana, subió al estrado a pedido de
Fidel, quien la abrazó y elogió su consagración al cuidado de la emblemática
trovadora cubana durante los intensos meses que duró su batalla contra el
cáncer.
“Sé que fuiste muy
valiente”, le dijo Fidel, a lo que ella respondió: “Valiente ella, Comandante.
Ella se portó muy valiente y mientras tuvo lucidez, estuvo preocupada por su trabajo, por su condición
de cubana y patriota y se fue tranquila, no tuvo un final trágico.”
Mirándose ambos a
los ojos, Diana quiso hacerle saber al líder de la Revolución que Sara fue muy
feliz cuando supo por el director del CIMEQ y el profesor Elliot, médico de
cabecera, de la permanente preocupación
personal de él por ella. “Yo solo quería
saber que no le faltaba nada”, fue su respuesta.
Lo demás, como
todo lo esencial, no era visible. Según Diana, “la conversación estuvo más en
la ternura que en las palabras. Yo sentí esa ternura y una emoción muy profunda
en su mirada. Quién no sabe cuánto se querían mutuamente Fidel y Sara.”
¿CON ANTONIO O CON RENÉ?
Ya se retiraban
Fidel y los invitados cuando entró una llamada de René al celular de su esposa
Olga que le pasó el teléfono al líder de
la Revolución. Inicialmente él creyó que era Antonio. Su interlocutor le
explicó que no era el poeta porque Fidel dijo enseguida “Ah caramba, te había
confundido. Pensamos mucho en todos ustedes; vas a recibir dos libros que
leerás en medio día”, le comentó entre otras cosas.
Junto a Fidel,
todos trataban de escuchar la voz del otro lado, pero solo alcanzamos a escuchar las últimas palabras de
René: “Cuídese, Comandante y nos vemos allá.”
“Un fortísimo
abrazo”, le dijo él. Después indagaría con Olga si alguien lo acompaña en esta
obligada retención en territorio estadounidense. Ella le comentó que lo
visitan sus familiares que reciben visa, pero que en su “libertad
vigilada”, él tiene muchas restricciones, la peor de todas, la negativa a
concederle visa a ella para que pueda acompañarlo.
“¿No te la han
dado ni una sola vez?” quiso saber. “Visa no, Comandante. Me la han negado
siempre, desde que me deportaron en el año 2000. Adriana tampoco la ha recibido
para visitar a Gerardo desde que está preso.”
Al despedirlas,
Fidel insistió en su convencimiento de
que en la lucha por el regreso de los Cinco “vamos a tener éxito.”
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