Los casos de Alan
Gross y de los Cinco Cubanos
Salim Lamrani & Wayne S. Smith*
Es posible un cambio en las relaciones entre La Habana y
Washington. Estados Unidos levantó todas las restricciones relativas a los
viajes de los cubanos-estadounidenses a la isla y las remesas destinadas a las
familias. Al mismo tiempo, el gobierno cubano favorece el establecimiento de
pequeñas empresas privadas. Esta realidad abre el camino al fortalecimiento de
los vínculos entre ambas comunidades, y más precisamente –como subrayó un
observador- a «un flujo de capital de Estados Unidos hacia Cuba».
No obstante, por un lado el caso de Alan Gross, arrestado el
3 de diciembre de 2009, y por otro lado el de los Cinco Cubanos, representan un
obstáculo mayor a la mejora de las relaciones.
¿Quién es Alan Gross? SIGA LEYENDO AQUÍ.
Alan Gross es un ciudadano estadounidense de Potomac,
Maryland, de confesión judía, de 61 años, que trabaja para el gobierno de
Estados Unidos. Es un empleado de la Development Alternative, Inc (DAI),
subcontratista de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional
(USAID), la cual a su vez depende del Departamento de Estado. En diciembre de
2009, cuando Gross estaba a punto de salir de Cuba con una simple visa
turística –en lo que constituía entonces su quinto viaje del año– los servicios
de seguridad lo detuvieron en el aeropuerto internacional de La Habana. Una
investigación había permitido establecer vínculos estrechos entre él y la
oposición interna al gobierno cubano, a la cual distribuía computadoras
portátiles y teléfonos satelitales, en el marco de un programa del Departamento
de Estado de «promoción de la democracia en Cuba». [1]
Experto en tecnología de comunicación de larga distancia,
Gross dispone de una gran experiencia en este campo. Ha trabajado en más de
cincuenta naciones y ha elaborado sistemas satelitales de comunicación durante
las intervenciones militares estadounidenses en Irak y Afganistán para eludir
los canales controlados por las autoridades locales. [2] La posesión de un teléfono satelital está
rigurosamente prohibida en Cuba por razones de seguridad nacional. Por otra
parte, el sector de las telecomunicaciones es un monopolio del Estado en Cuba y
está prohibida cualquier competencia. [3]
¿Ayuda a la comunidad
judía de Cuba?
El Departamento de Estado estadounidense, que exige la
liberación del detenido, afirma que «Gross trabaja para el desarrollo
internacional y viajó a Cuba para ayudar a los miembros de la comunidad judía
de La Habana a conectarse con otras comunidades judías del mundo». Según
Washington, las actividades de Gross eran legales y no han violado la
legislación cubana. [4]
En octubre de 2010, con ocasión de la reunión anual de la
Asamblea General de las Naciones Unidas, Arturo Valenzuela, secretario de
Estado asistente para los Asuntos Interamericanos, se entrevistó con Bruno
Rodríguez, ministro cubano de Relaciones Exteriores, a propósito de Gross. Se
trataba entonces del más importante encuentro diplomático entre representantes
de ambas naciones desde el inicio de la era Obama.[5]
La familia de Alan Gross también aseguró que sus frecuentes
viajes a la isla se destinaban a permitir que la comunidad judía de La Habana
pudiera conseguir acceso Internet para poder comunicarse con los judíos del
mundo entero. [6] Su abogado, Peter J Kahn, ratificó esas palabras: «Su labor
en Cuba no tenía nada que ver con la política, sino que simplemente se proponía
ayudar a mejorar la vida de los miembros de la pequeña, pacífica y no disidente
comunidad judía en ese país».[7]
Seguramente Gross tenía contactos con algunos miembros de la
comunidad judía en Cuba, aunque la propia comunidad judía de La Habana
contradice la versión oficial de Estados Unidos y de la familia de Gross. En
efecto, la comunidad afirma que no conoce a Alan Gross y que nunca se ha
reunido con él a pesar de sus cinco estancias en Cuba en 2009. Adela Dworin,
presidenta del Templo Beth Shalom, rechazó las afirmaciones de Washington: «Es
lamentable […].Lo más triste es que se haya querido involucrar a la comunidad
judía de Cuba, que es totalmente ajena».
Por su parte Mayra Levy, portavoz del Centro Hebraico
Sefardí, aseguró que ignoraba quién era Gross y que éste jamás se había
presentado a su institución. La Agencia estadounidense Associated Press señala
por su parte que los«líderes de la comunidad judía de Cuba negaron que el
contratista estadounidense Alan Gross […] hubiera colaborado con ellos». [8]
Del mismo modo, la Agencia Telegráfica Judía precisa que «los principales
grupos judíos de Cuba han desmentido cualquier contacto con Alan Gross y
cualquier conocimiento de su programa». [9]
El reverendo Odén Marichal, secretario del Consejo de
Iglesias de Cuba (CIC), que agrupa las instituciones religiosas cristianas así
como a la comunidad judía de Cuba, ha ratificado esta posición durante una
reunión con Peter Brennan, coordinador de los Asuntos Cubanos en el
Departamento de Estado. Con ocasión de la Asamblea general de las Iglesias de
Cristo de Estados Unidos en Washington, en noviembre de 2010, el líder religioso
refutó las alegaciones de Gross. «Lo que sí dejamos bien claro es que la
comunidad hebrea de Cuba, que es miembro del Consejo de Iglesias de Cuba, nos
dijo: ‘Nosotros jamás tuvimos relación con ese señor, jamás nos trajo equipo de
ninguna clase. Negaron cualquier relación con Alan Gross'». [10]
En efecto, la pequeña comunidad judía cubana, lejos de estar
aislada, está perfectamente integrada en la sociedad y mantiene las mejores
relaciones con las autoridades políticas de la isla. Fidel Castro, aunque se
muestra sumamente crítico con respecto a la política israelí en los territorios
ocupados, declaró al periodista estadounidense Jeffrey Goldberg que «nadie
ha[bía] sido tan difamado como los judíos» en la historia. «Fueron rechazados
de su tierra, perseguidos y maltratados en todo el mundo. Los judíos tuvieron
una existencia mucho más dura que la nuestra. No hay nada que pueda compararse
con el Holocausto», añadió. [11]
El presidente cubano Raúl Castro participó en la ceremonia
religiosa de Hanuka –Fiesta de las Luces– en la sinagoga Shalom de La Habana en
diciembre de 2010, la cual se transmitió en directo por la televisión cubana y
fue primera plana del diario Granma. Aprovechó la ocasión para saludar a «a
comunidad hebrea de Cuba y la fabulosa historia del pueblo hebreo».[12]
Por otra parte, la comunidad judía cubana dispone de todas
las facilidades tecnológicas necesarias para comunicarse con el resto del
mundo, gracias a la ayuda que proporcionan otras entidades judías
internacionales como el Benai Brith and the Cuban Jewish Relief Project, el
Canadian Jewish Congress (CJC), la World ORT, el Joint Distribution Committee
(JDC) o el United Jewish Committee (UJC), con el acuerdo de las autoridades
cubanas. [13]
Arturo López-Levy, secretario de Bnai Brith en la Comunidad
Judía Cubana entre 1999 y 2001 y actualmente profesor de la Universidad de
Denver, también se muestra escéptico a propósito de la versión estadounidense
sobre el caso Gross. Al respecto, afirma lo siguiente:
"Gross no fue arrestado porque sea judío ni por sus
supuestas actividades de ayuda tecnológica a la comunidad judía cubana, que ya
disponía de un laboratorio informático, de correos electrónicos y de acceso a
Internet antes de su llegada a La Habana. [Los judíos de Cuba] no se reúnen en
una sinagoga para conspirar con la oposición política pues ello pondría en
peligro la cooperación con el gobierno que es necesaria para las actividades
como el programa de emigración a Israel, el proyecto de Derecho de Nacimiento,
mediante el cual jóvenes judíos cubanos viajan a Israel cada año, o para tratar
de la ayuda humanitaria. Para proteger lo más importante, se apartan todo lo
posible de los programas de injerencia política estadounidenses en los asuntos
internos cubanos. Gross viajó a Cuba no para trabajar con alguna organización
judía sino para la USAID (Agencia para el Desarrollo Internacional de
EEUU)".[14]
Por su parte Wayne S. Smith, embajador estadounidense en
Cuba entre 1979 y 1982 y director del Programa «Cuba»del Centro de Política
Internacional de Washington, señala que «Gross, en otras palabras, estaba
implicado en un programa cuyas intenciones son claramente hostiles a Cuba ya
que el objetivo es nada menos que el cambio de régimen». [15]
Actividades ilegales
según las autoridades cubanas
Por parte de las autoridades cubanas, la versión oficial no
ha convencido y Gross es sospechoso de actividades de espionaje y de subversión
interna. [16] Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento cubano, afirmó que el
ciudadano estadounidense había violado la legislación del país. «Él violó leyes
cubanas, la soberanía nacional, cometió delitos que en Estados Unidos son muy,
muy castigados». [17] En efecto, el empleado de la USAID proporcionaba equipos
tecnológicos altamente sofisticados. La distribución y el uso de teléfonos
satelitales están reglamentados en Cuba y está prohibido importarlos sin
autorización. Por otra parte, el Artículo 11 de la Ley 88 cubana estipula que
«El que, para la realización de los hechos previstos en esta Ley, directamente
o mediante tercero, reciba, distribuya o participe en la distribución de medios
financieros, materiales o de otra índole, procedentes del Gobierno de Estados
Unidos de América, sus agencias, dependencias, representantes, funcionarios o
de entidades privadas, incurre en sanción de privación de libertad de tres a
ocho años».[18]
Este rigor no es específico de la legislación cubana. En
efecto, la ley estadounidense prevé sanciones similares para este tipo de
delitos. La Ley de Registro de Agentes Extranjeros (Foreign Agents Registration
Act) sanciona a todo agente no registrado por las autoridades que «en Estados
Unidos solicita, recolecta, proporciona o gasta contribuciones, préstamos,
dinero u otro objeto de valor en su propio interés», con una pena de cinco años
de prisión y una multa de 10.000 dólares.[19] La legislación francesa también
sanciona este tipo de actuación. Según el Artículo 411-8 del Código Penal, «el
hecho de ejercer, por cuenta de una potencia extranjera, de una empresa u
organización extranjera o bajo control extranjero o de sus agentes, una
actividad con el objetivo de conseguir o proporcionar dispositivos,
informaciones, procedimientos, objetos, documentos, datos informatizados o
ficheros cuya explotación, divulgación o reunión tengan la naturaleza de
atentar contra los intereses fundamentales de la nación se castiga con diez
años de cárcel y 150.000 euros de multa». [20]
El 4 de febrero de 2011, el fiscal de la República de Cuba
acusó formalmente a Alan Gross de «actos contra la integridad y la
independencia de la nación», y pidió una pena de veinte años de cárcel. El 12
de marzo de 2011, Gross recibió finalmente la sentencia de quince años de
prisión tras su juicio. [21] El abogado defensor, Peter J. Kahn, lamentó que su
cliente estuviera «atrapado en el medio de una larga disputa política entre
Cuba y Estados Unidos».[22]
El New York Times recuerda que Gross «fue arrestado en
diciembre pasado durante un viaje a Cuba en el marco de un programa semiclandestino
de la USAID, servicio de ayuda extranjera del Departamento de Estado destinado
a socavar al gobierno de Cuba». El diario neoyorquino subraya también que «las
autoridades estadounidenses han reconocido que el señor Gross entró en Cuba sin
visa en regla, y han declarado que distribuía teléfonos satelitales a
disidentes religiosos». [23]
Desde 1992 y la adopción de la ley Torricelli, Estados
Unidos admite abiertamente que su objetivo con respecto a Cuba es un «cambio de
régimen» y uno de los pilares de esta política consiste en organizar, financiar
y equipar a una oposición interna. [24]
La USAID, encargada de la administración de este plan,
admite que financia a la oposición cubana en el marco de este programa. Según
la Agencia, para el año fiscal 2009, la suma de la ayuda destinada a los
disidentes cubanos se elevó a 15,62 millones de dólares. En total, desde 1996,
se han dedicado 140 millones de dólares
al programa destinado a derrocar al gobierno cubano. «La gran mayoría de esta
suma se destina a individuos que se encuentran en Cuba. Nuestro objetivo es
maximizar la suma del apoyo del cual se benefician los cubanos en la isla».
[25]
La organización gubernamental enfatiza también el siguiente
punto: «Hemos formado a centenares de periodistas en un periodo de diez años
cuya labor ha aparecido en grandes medios de comunicación internacionales».
Formados y estipendiados por Estados Unidos, responden ante todo a los
intereses de Washington, cuyo objetivo es un «cambio de régimen» en la isla.
[26]
Desde un punto de vista jurídico, esta realidad ubica de
hecho a los disidentes que aceptan los emolumentos ofrecidos por la USAID en
una situación de agentes al servicio de una potencia extranjera, lo que
constituye una grave violación del código penal en Cuba. La Agencia es
consciente de esta realidad y se limita a recordar que «nadie está obligado a
aceptar o formar parte de los programas del gobierno de Estados Unidos». [27]
Judy Gross, la esposa de Alan Gross, fue autorizada a
visitarlo en prisión por primera vez en julio de 2010. [28] Aprovechó la
ocasión para transmitir un correo al presidente cubano Raúl Castro. Expresó su
arrepentimiento y pidió disculpas por los actos de su marido. «Reconozco hoy
que el gobierno cubano no aprecia el tipo de trabajo que Alan hacía en Cuba. Su
intención nunca ha sido dañar a su gobierno».[29]
Judy Gross acusa al Departamento de Estado de no haber
explicado a su esposo que sus actividades eran ilegales en Cuba. «Si Alan
hubiera sabido que algo le pasaría en Cuba, no habría hecho eso. Pienso que no
lo han informado claramente de los riesgos». [30]
¿Una salida de la crisis?
Obviamente Groos violó la ley. No hay dudas al respecto. Por
otra parte no parece que haya ocasionado un verdadero perjuicio y su
encarcelamiento no beneficia en nada a Cuba. En cambio su liberación podría
mejorar sensiblemente las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, sobre todo si
Gross pidiese disculpas por sus actos.
El asunto Gross-USAID parece vinculado a la suerte de los
cinco agentes cubanos condenados a severas penas de prisión en Estados Unidos y
encarcelados desde 2008. Igual que Estados Unidos, que señaló que no ocurrirá
ningún cambio sustancial mientras no se solucione el caso de Gross, las
autoridades cubanas también parecen renuentes a cualquier acercamiento mientras
los Cinco Cubanos permanezcan en prisión. Después de una serie de atentados con
bombas contra los centros turísticos de La Habana, el gobierno cubano envió a
los cinco agentes para que se infiltraran en los grupos terroristas
anticastristas de Florida y recogieran información sobre sus planes. La idea era
entregar después dicha información al FBI para que pudiera neutralizar a los
grupos terroristas. En junio de 1998 tuvo lugar en La Habana un encuentro de
varios días entre representantes del FBI y las autoridades cubanas. Se
entregaron casi 42 informes al FBI. Entonces las autoridades cubanas esperaban
que Estados Unidos actuara contra los terroristas, pero no ocurrió nada de eso.
Poco después el FBI arrestó a los cinco agentes cubanos, es decir, encarcelaron
a los que proporcionaron las pruebas en vez de a los terroristas. Los Cinco
Cubanos fueron «juzgados» y declarados culpables. El juicio fue un escándalo.
La fiscalía no tenía pruebas, por esa razón acusó a los Cinco de «conspiración»
para cometer actos ilegales (cargo que no requiere pruebas, basta con convencer
al jurado). Además los juzgaron en Miami, donde el sentimiento anticastrista
está tan exacerbado (véase el caso de Elián González) que resultaba imposible
reunir un jurado imparcial. Los abogados de la defensa solicitaron una
deslocalización del juicio pero, contra toda previsión, se la denegaron.
El caso de Gerardo Hernández, acusado de «conspiración» de
asesinato –en relación con la destrucción por el ejército cubano de dos aviones
de la organización anticastrista «Hermanos al Rescate» en febrero de 1996- y
condenado a dos cadenas perpetuas más 15 años, es sin lugar a dudas el peor de
todos. El hecho de que no se pudiera presentar ninguna prueba que demostrara su
implicación no fue importante para el jurado. Gerardo sigue tras las rejas, a veces
en aislamiento, y después de tantos años todavía no le han autorizado a ver a
su mujer ni una sola vez.
Esta injusticia contradice la fama de Estados Unidos de
estar al servicio de la ley. Hay que encontrar una solución. El mantenimiento
en prisión de esas personas después de tantos años, sin ninguna prueba que las
incrimine salvo el hecho de ser agentes sin registrar de una potencia
extranjera, es digno de la Guerra Fría (una práctica injustificable incluso en
aquella época). Ahora, después de más de dos décadas del final de la Guerra
Fría, mientras aparece una oportunidad sin precedentes de instaurar una nueva
relación entre Cuba y Estados Unidos, esta detención es moralmente
injustificable y singularmente contraproducente. Ya es hora de emprender un
proceso de revisión de todos esos casos y permitir a esas personas que se
reúnan con sus familias. Uno de ellos, René González, ya fue liberado tras
cumplir su pena. Todavía tiene que cumplir una condena de tres años de libertad
condicional. Por increíble que parezca, no le han autorizado el regreso a Cuba
para encontrarse con su esposa, a la que no ve desde hace más de una década.
Permitirle regresar a Cuba debería ser la primera decisión a tomar en este
proceso de reconciliación. Si Estados Unidos decide actuar con respecto a los
Cinco Cubanos, naturalmente Cuba también deberá liberar a Alan Gross para que
se reúna con su familia.
Conviene señalar que el propio Alan Gross sugirió una
iniciativa de ese tipo, «Cuando se enteró del reciente intercambio de Gilad
Shalit (el soldado israelí) por más de 1.000 palestinos encarcelados (Gross)
expresó su idea de que Estados Unidos y cuba podían hacer lo mismo con respeto
a él y los Cinco Cubanos», explicó el rabino David Shnever que había visitado a
Gross en La Habana. [31]
No hay comentarios:
Publicar un comentario