Publicado por Ezio Mosciatti LEER AQUÍ
Alexis
López lleva varios años investigando sobre la fundación de Santiago, la Plaza
de Armas, la presencia de los Incas y otras culturas en la zona central de
Chile, y todo ello relacionado con los solsticios, el Sol, con aspectos
religiosos y sagrados.
A partir
de esas investigaciones, escribe esta carta que aporta antecedentes importantes
sobre Santiago y, en especial, sobre el Cerro Santa Lucía.
Por qué el cerro Santa Lucía no se llama
“Welén”. Por Alexis López Tapia
Publico
este escrito, sabiendo de antemano que de nada servirá, ya que, como veremos,
el cambio de nombre del cerro Santa Lucía por “Welén”, no tiene nada que ver ni
con la historia ni con los hechos: es parte de la agenda política
revolucionaria cultural, de carácter deconstruccionista, que está llevando
adelante la “Nueva Mayoría”, y –para esa agenda–, la Historia y los Hechos no
tienen importancia, salvo en la medida en que, precisamente, puedan ser materia
de deconstrucción. Comencemos señalando algo evidente: “Huelén” no es un topónimo
–el nombre de un lugar–, sino un patronímico, el nombre de alguien.
Sucede lo
mismo con el nombre “Huechuraba”, nombre del cacique en cuyo territorio se
encontraba el Cerro al que los conquistadores llamaron de Montserrat, actual
Cerro Blanco: “el cerro del cacique Huechuraba”, no el “cerro Huechuraba”. De
igual modo, el actual cerro San Luis –dondeel curaca incásico de Aconcagua,
Vitacura, ordenó construir un pequeño pucará cuando fue destinado por el Inca
al valle del Mapocho, a la llegada del cacique Michimalonco desde El Cuzco–, no
se llamaba “Cerro Vitacura”, sino que era el “cerro del curaca Vitacura”,
porque, al igual que Huelén y Huechuraba, Vitacura era el nombre de alguien, no
de un lugar.
Finalmente,
para no abundar en lo obvio, el actual Cerro Navia–que también habría
pertenecido al territorio del cacique HuelénHuala lo que recuerda la actual
Avenida Huelén en esa comuna, originalmente un “lugarejo: es corto, con agencia
postal i se encuentra a unos 9 kilómetros hacia el NW de la ciudad de Santiago”,
según consignó, en 1924, el Diccionario Geográfico de Chile, de Luis Riso
Patrón– fue llamado por los españoles el cerro de “La Guaca” –del quechua
wak’a–, ya que en él existió un adoratorio indígena, que los incas
resacralizaron, y del cual hoy no quedan vestigios. Un adoratorio similar
probablemente también existió en el cerro Santa Lucía.
Siguiendo
con la lógica anterior, ese cerro también era “del cacique HuelénHuala”, aunque
hasta ahora, que sepamos, a nadie en la comuna de Cerro Navia se le ha ocurrido
cambiarle el nombre por “Huelén”. Señalado
lo evidente, agreguemos otras consideraciones menos obvias, aunque
probablemente mucho más relevantes.
En las
Cartas de Relación de Pedro de Valdivia, escritas entre 1545 y 1552; en las
tres primeras crónicas escritas en Chile: la “Crónica y relación copiosa y
verdadera de los reinos de Chile” de Jerónimo de Vivar, que abarca desde 1539
hasta 1558; en la segunda “Historia de todas las cosas que han acaecido en el
reino de Chile y de los que lo han gobernado”, de Alonso de Góngora y
Marmolejo, que relata los hechos de la conquista hasta 1575, y en la tercera,
la “Crónica del Reino de Chile”, de Pedro Mariño de Lobera, reescrita por el
padre jesuita Bartolomé de Escobar, que abarca hasta 1595; así como en el poema
épico “La Araucana”, de Alonso de Ercilla y Zúñiga, publicado en 1569, NO
aparece mención alguna al cacique “Guelén Guala”, o “HuelénHuala”, o “Huelén
Huara”…
Donde sí
aparece mencionado el nombre, es en las Actas del Cabildo de Santiago, el 14 de
abril de 1553, día en que el Cabildo otorgó a Pero Gómez de don Benito, para
beneficio de sus indios encomendados, una merced de tierras “…para que se
sustenten, pues se les quitaron las que ellos solían tener, para poblar esta
ciudad y otras cosas que convino a los conquistadores y pobladores de ella; […]
remitieron a los señores Juan Jufré, alcalde y Juan Gómez, regidor, para que
vayan a ver las tierras que están junto a la dicha acequia, que solían ser de
los mitimaes del Inga, y le den y señalen al dicho Pero Gómez para que los
dichos sus indios se puedan sustentar, que se entiende donde se puedan y estar
allí poblados el principalGuelen Gualay sus indios, la cantidad de tierras que
les pareciere que se les puede dar, como los comarcanos no reciban menoscabo….”
(Actas del Cabildo de Santiago 1861: 346,347. Sesión del 14 de abril de 1553).
Y en
efecto, el 4 de agosto de 1553, Juan Jufré, Alcalde y Juan Gomez Regidor,
señalaron que “… por los dichos señores del cabildo les fue mandado que fueren
a ver y señalar ciertas tierras que pide el señor Pero Gómez, alcalde, por
virtud de un mandamiento del señor gobernador. Por tanto ellos vieron las
dichas tierras, que son en Quinamba, que están entre los indios de Bartolomé
Flores, vecino de esta dicha ciudad, y los del dicho Pero Gómez, y se riegan
con el acequia del río Claro; y señalaron un pedazo de tierra para los indios
de dicho Pedro Gómez, el cual empieza desde la acequia que sale del dicho rio
Claro, con la mitad de la dicha acequia, debajo de los mojones y señales […]
que las dichas tierras las haya e tenga el dicho Pedro Gómez como cosa suya
propia, para los dichos sus indios, porque se la den recompensa de las tierras
que quitaron a sus indios para poblar esta dicha ciudad…” (Actas Cabildo de
Santiago 1861: 357).
En
términos sencillos, el Cabildo entregó el actual poblado de “El Principal”,
precisamente llamado así por el “principal Guelen Guala y sus indios”, en
Pirque, donde el río Clarillo se une al río Maipo, por orden de don Pedro de
Valdivia, en compensación por las tierras que debieron abandonar al fundarse
Santiago.
Tampoco
en este caso, hasta donde sabemos, a ningún habitante de“El Principal” de
Pirque, se le ha ocurrido cambiar el nombre del poblado por “Welén”.
Es en las
actas antes citadas, donde aparece mencionado por primera vez el Cacique
“Guelen Guala”, cuyas tierras originales “…se les quitaron las que ellos solían
tener, para poblar esta ciudad”.
Toda la
argumentación sobre el supuesto nombre de “Guelen” para el cerro Santa Lucía,
se basa entonces, únicamente, en la noción de que ese cerro habría sido parte
de las tierras del cacique, que habría tenido que abandonar al fundarse
Santiago.
Pero, una
vez más, es absolutamente evidente que el cerro no se llamaba “Guelen” –y mucho
menos “Welén”, como veremos–, sino que únicamente había pertenecido al cacique
de dicho nombre, al igual que probablemente el cerro Navia, o de “La Guaca”.
Serán
entonces los Historiadores posteriores a los Cronistas, basados únicamente en
las Actas del Cabildo, los que hablarán del cerro del “principal Guelen Guala”,
para referirse al cerro, precisamente porque nunca supieron el verdadero nombre
que tenía el cerro antes de la llegada de los Españoles.
Pero eso
no es todo
Debemos a
don Benjamín Vicuña Mackenna la supuesta “traducción” de “Huelén” por “dolor,
desdicha”.
En
efecto, en “Historia Crítica y Social de la Ciudad de Santiago”, sostiene: “… i
el más importante de todos, Huelen-Huala, señor del sitio en que iba a
edificarse la nueva ciudad, pues aquí es preciso decir que la colina
misteriosa, a cuyo derredor estaba agrupado el vasto caserío indíjena,
llamábaseHuelen, nombre que en indio quiere decir dolor, desdicha i que harto
grande lo fue para los suyos, pues de ellos solo quedan hoi como memoria, a
manera de colosales lápidas, sus áridos peñones”.
En la
primera gramática y diccionario bilingüe, castellano-mapudungun editada en
1684, llamado “Arte y gramatica general de la lengua que corre en todo el Reyno
de Chile” , del Padre Luis de Valdivia, el término “Huelén”NO aparece. Tampoco
aparece “Guelen”, ni mucho menos “Welén”.Sí aparece “Huele cuu”= mano
izquierda”. Nótese la doble U en cuu. Sin
embargo, aún más relevante es que la palabra: “Dolor” sí existe en mapudungun…
pero no se escribe ni se pronuncia “Huelén”, y no tiene sentido moral, sino de
enfermedad física: se escribe y pronunciaKutran.
Algunosargumentan
que “Huelén / Guelen” es un derivado de “Huele / Guele”, es decir, “izquierda”,
y afirman que “la izquierda es de mala suerte en el mundo mapuche”, de donde
“Guele-n” sería “tener mala suerte”.Y deconstruyendo el término, indican: We:
nuevo; le: partícula de estado, indica que se “está”; n: verbalizador, de donde
“We-le-n” sería “Estar nuevo”= renovado.¿”Dolor”, “desdicha”, “tener mala
suerte” o “estar renovado”? Sería una “dolorosa y desdichada mala suerte
renovada”. En estos
casos, el cacique principal se habría llamado, o bien el “Pato Doloroso”, el
“Pato Desdichado”, el “Pato con Mala Suerte” o el “Pato Renovado”… o al revés,
el “Doloroso Pato”, el “Desdichado Pato”, el “Maldito Pato”, o el “Renovado
Pato”.
Curiosos
nombres por decir lo menos para el señor “Pato” (“Huala, Guala o Huara”, es
precisamente, el nombre vernacular del “Pato Huala”, Podicepsmajor)¿Y si en
realidad el nombre del Señor Pato era el “Pato Zurdo” o sea “Huele cuuHuala”?
Dicho en castellano, algo así como “Patricio Izquierdo”… al menos suena
bastante mejor, y mucho más lógico, ¿no cree?
Ahora
bien, si de lo que en realidad se trata, es de consagrar el cerro a la
“izquierda”, entonces se tendría que llamar“Huele”, y no “Huelén”, porque
llamar “izquierdoso” a alguien o algo,talvez podría ser considerado
discriminatorio.
A nuestro
juicio, el cerro en realidad se habría llamado “Huetén” o “Huentén”, el “Nuevo
cerro Ten Ten”, como hemos explicado latamente en nuestra investigación sobre
la fundación de Santiago.
Para
finalizar, el hecho es que el cerro nunca se llamó “Guelen”, ni “Huelén”, ni
mucho menos “Welén”… era simplemente un cerro que aparentemente estaba en
losterrenos del cacique “Pato Zurdo”, y tanto los historiadores como los
lingüistas, han venido utilizando ese patronímico como toponímico… porque la
verdad es que ninguno sabe realmente –y posiblemente nunca sabremos–, como
llamaban efectivamente al cerro los pobladores prehispánicos del Mapocho, y
cómo lo llamaron los Incas posteriormente.
Lo que sí
sabemos, y de lo que estamos absolutamente seguros, es el por qué el cerro se
llama Santa Lucía, y por qué ese es nombre que mejor refleja su función.
Pedro de
Valdivia fue invitado por el Gobernador incaQuilicanta y los principales
caciques del Mapocho, el 13 de Diciembre de 1540, día de Santa Lucía, para
cruzar el río Mapocho desde su campamento a los pies del cerro de Montserrat,
–donde ya se había hecho la primera misa a la llegada de los españoles–, y ese
día subió al cerro del que ignoramos su nombre indígena, como lo ilustra el
cuadro de Pedro Lira.
Fue
invitado ese día y no otro, porque el 13 de Diciembre de 1540 –en calendario
Juliano, que era en entonces en uso–, corresponde a nuestro 23 de Diciembre en
nuestro actual Calendario Gregoriano: era el día del Solsticio de Verano,
fiesta incásica del CapacRaymi o “Fiesta de los Caballeros”, un día
absolutamente sagrado en el mundo andino, en que el cerro fue precisa y
correctamente consagrado a la “Santa que porta la Luz”, Santa Lucía, precisamente
la que anuncia la llegada del Solsticio.Ese día, fue tan importante también
para el propio Pedro de Valdivia, que, significativamente, construyó una Ermita
a los pies del cerro, precisamente dedicada a Santa Lucía.
Porque
ese día único, el primer rayo del Sol apareciendo sobre la formación “El
Abanico”, junto a la cumbre del cerro Punta de Damas, pasaba por sobre el cerro
Santa Lucía e iluminaba la “Cancha” del centro administrativo incásico del
Mapocho, nuestra actual Plaza de Armas, que se sitúa precisamente donde está
–desdeantes de la fundación de Santiago–, porque como hemos comprobado en
nuestra investigación “El Secreto de la Fundación de Santiago”, la plaza y
anterior cancha, es un centro astronómico desde el cual se podía medir el
transcurso del año solar entre ambos solsticios, contra el cerro Santa Lucía en
Verano, y la intersección del cerro San Cristóbal contra el cordón del cerro El
Plomo en Invierno.
Un Axis
Mundi único que permaneció secreto por 473 años hasta nuestro descubrimiento.
A su vez,
como hemos señalado, Santa Lucía es la cristianización de la Diosa griega
Artemisa, hermana de Apolo, el Dios de la Luz.
En
efecto, la leyenda de Santa Lucía cuenta que nació en una familia de patricios
romanos de Siracusa, que se habían convertido al cristianismo, y estaba
prometida a un joven noble pagano. Sin embargo, gracias a la curación milagrosa
de su madre, ella prometió vivir al servicio de Cristo e hizo votos de
castidad. Despechado, su pretendiente la acusó al procurador romano, quien la
interrogó, y en principio la castigó a ser llevada a un lupanar para ser
violada. Sin embargo, aunque intentaron moverla incluso con toros (Tauro), no
pudieron hacerlo. Entonces la procesaron por brujería. Le sacaron los ojos y
ella siguió viendo, y finalmente la quemaron y decapitaron.En el mito
–aquísumamente resumido–, subyacen las claves para comprender la re
semantización cristiana del símbolo subyacente.
En
efecto, dos estrellas de la Constelación de Tauro -Theta Tauri 1 y 2-, cuya
separación esapreciable a simple vista, son llamadas “Los ojos de Lucía”. Tauro
-el Toro-, es la constelación que se encontraba antes de Piscis en la precesión
de los Equinoccios, y cuando este ciclo fue descubierto, surgió el culto al
Dios Mitra, adorado particularmente por las Legiones romanas -que sacrifica al
toro- dando paso a la Era de Piscis donde se desarrollará el Cristianismo. En
el cristianismo primitivo, muchas de las características de Mitra serán
heredadas por Cristo, incluyendo su fecha de nacimiento: la “Navidad”: el
Solsticio.
Esas dos
estrellas, la noche del 13 de Diciembre (en calendario Juliano), 21/23 en
Gregoriano, se encuentran precisamente en el Cenit, como anunciadoras del
Solsticio. Eso mismo pasó en Santiago la noche del 13 de Diciembre de 1540. De allí
que Lucía sea “La Portadora de la Luz”, y que se la invoque diciendo: “Santa
Lucía, concédenos desde el cielo que nos envíe Dios sus luces para ver siempre
lo que debemos hacer, decir y evitar”.
Por su
parte, la Diosa Artemisa, siendo muy niña, pidió a su padre Zeus que le
concediera seis deseos, entre estos: “permanecer siempre virgen”, y
particularmente, ser la “dadora de Luz” o Phaesporia, atributos que heredaría
“Lucía”. Finalmente, la relación entre Santa Lucía y Artemisa se hace evidente
al comprobar que Siracusa fue fundada como colonia griega por los Dorios, el
año 734 a.C., y fue precisamente dedicada a Artemisa. Y
curiosamente, la entrada a escalera de la actual Ermita de Santa Lucía, cerca
de la cumbre del cerro, donde hoy descansan los restos mortales del propio
Benjamín Vicuña Mackenna –en sus palabras–, “está resguardada por una pequeña
pero graciosa estatua de Diana”, es decir, de la Diosa Artemisa, “que sirve de
profano guardián a este sendero”.
Sin
embargo, y pese a todo lo anterior, estoy cierto que la actual Alcaldesa de
Santiago, doña Carolina Tohá, logrará su propósito de cambiar el nombre del
cerro Santa Lucía por “Welén”. Lo hará,
porque para ella no tiene importancia alguna ni la Historia ni los Hechos, sino
lo que se puede lograr con su deconstrucción. Lo hará
incluso utilizando una letra que en castellano, y particularmente en el
castellano de los conquistadores, jamás existió: la anglosajona “W”, que
originalmente los primeros amanuenses escribían como UU (doble U como en cuu,
mano), que denotaba la semiconsonante germánica “W”, y que sólo se impuso a
partir de la conquista normanda de Inglaterra. ¿Welén? ¿Welecw? Así que a
mayor abundamiento, la Alcaldesa no sólo le dará un nombre al cerro que nunca
tuvo, sino que además, lo hará utilizando una grafía impropia, que ni siquiera
tiene relación histórica con el nombre del cacique al que aparentemente se
quiere hacer referencia: “Guelen Guala”.
A partir
de eso, y para no ser menos, quizá los habitantes de Cerro Navia optaran
también por cambiarle el nombre al cerro y la comuna, y también llamarán a su
cerro “Welén”. Lo mismo quizá podrían decidir los habitantes de “El Principal”,
en Pirque, que también debería llamarse “Welén… y continuando ese ímpetu
deconstruccionista, también podría proponerse renombrar “Welén” al propio
Santiago… en fin. A la
Alcaldesa Carolina Tohá todo esto la tiene sin cuidado: ella quizá honestamente
cree que el cerro se llamaba “Welén”, y que constituye una especie de “justicia
histórica” el “restituirle” ese nombre.
Lo que
queda claro, es que no importa la Historia, no importan los Hechos, no importa
el significado profundo de los símbolos y sucesos que llevaron a un pequeño
puñado de españoles a fundar la Patria en que hoy todos vivimos: No. Lo que
importa precisamente, es borrar todo eso, para “refundar culturalmente” un país
al gusto de la “Nueva Mayoría” que temporalmente detenta el poder. Sin embargo,
eso no impedirá que cada Solsticio de Verano, en la Constelación de Tauro, los
“ojos de Lucía” sigan anunciando la llegada del Solsticio, que al amanecer
seguirá iluminando la Plaza de Armas, desde la cumbre del cerro de Santa Lucía.
Eso,
señora Alcaldesa, usted nunca podrá cambiarlo.
Santiago,
10 de Octubre de 2014
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RESPUESTA: 18
octobre 2014 Leer AQUÍ
Respuesta
a la carta abierta argumentando por qué el Cerro Santa Lucía no se llama
“Welén”
Esta
carta es un monumento a la ignorancia y a la soberbia.
El autor
da un análisis pseudo-lingüístico de una toponimia sin siquiera saber una gota
de Mapudungun, y mucho menos de lingüística. Además, comete el error que
cometen el 90% de las personas que tratan de hacer un (aventurado) análisis de
este tipo: trató de interpretar una toponimia de hace más de 500 años a partir
del Mapudungun actual. Fuera de eso, confundió (¿a propósito?) conceptos para
justificar (ignoramentemente) ideas que no tienen ni pies ni cabeza.
Vamos por
partes:
1) De
partida, el Mapudungun que se hablaba en Santiago hace 500 años era
suficientemente distinto al Mapudungun que se hablaba más al sur. Hace 500 años
ya presentaba numerosas diferencias de vocabulario: hoy, aparte de esas
diferencias, hay que agregarle que el Mapudungun de Santiago se extinguió hace
mucho tiempo, siendo reemplazado por variantes de otras regiones más sureñas
que también han evolucionado independientemente por su lado. Los ejemplos son
numerosos. En el Mapudungun extinto de Santiago, "hermana" era
"llame", hoy es "lamngen"; "bueno" era
"kotrü", hoy es "küme"; "ganar" era
"non", hoy es "wewün", "vestido" era
"küdu", hoy es "takun"; "él" era
"teye", hoy es "fey"; "ir" era "kun",
hoy es "amun", y podría seguir con una larga lista. Entonces, nada ni
nadie nos asegura que la palabra "Welen" del Mapudungun antiguo sea
la misma o signifique lo mismo que la palabra del Mapudungun actual. Puede que
haya sido una palabra específica de la variante santiagueña, cuyo significado
ya se perdió y no podemos conocer.
2) Aún si
pudieramos interpretar la palabra Welen desde el Mapudungun actual, entonces la
palabra llevaría uno de los significados, pero no los dos. Podríamos
interpretar la palabra tal vez como una verbalización de "wele"
(izquierda), ya que el Mapudungun tiene la capacidad de verbalizar
practicamente cualquier palabra agregando una -n final, dando Welen. Esto no es
raro, ejemplos son numerosísimos, como por ejemplo "kofke" (pan) y
"kofken" (hacer pan), "küme" (bueno) y "kümen"
(ser bueno), "tripantu" (año) y "tripantun" (pasar años), y
así sucesivamente. Otra posibilidad es que venga de la raíz "we"
(nuevo) con el sufijo "-len", que indica un estado, algo así como
"estar nuevo". Entonces puede ser una interpretación o la otra, pero
no las dos.
3) Como
la mayoría de las personas que tratan de hacer análisis lingüísticos sin saber
de lingüística, cae en el error de confundir lo que es la lengua escrita con lo
que es la lengua hablada. Así lo delata su frase cuando dice que el cerro
"no se llamaba Guelen – ni mucho menos Welen", que es, lea bien:
exactamente lo mismo. "Guelen" era la forma escrita en la ortografía
del castellano antiguo, "Welen" es la forma que se escribe para
representar su pronunciación más aproximada, pues los lingüistas saben que en
esa escritura la grafía <gue> representa a la secuencia /we/. Guelen,
Huelen, Welen, son tres formas de escribir exactamente lo mismo.
4) Por la
misma confusión, el autor trata de inventar unas historias enredadas con la
"mano izquierda" que era "wele cuu", enredándose con la
"W anglosajona", y arma un lío que no se entiende ni él mismo.
Pongámoslo simple: los primeros españoles que trataron de escribir el
Mapudungun, trataban de hacerlo con la ortografía del castellano de la época.
No sabían representar la letra "ü", bastante seguido la confundían
con "u", con "i" o con "e", o simplemente la
omitían (así lo dicen los textos antiguos y los apellidos mapuches que han sido
escritos con las normas castellanas). "Mano" en Mapudungun tiene dos
pronunciaciones posibles, según la zona: "kuwü", o "kug"
(con una "g" que suena casi imperceptible, igual que una
"ü" mapuche). De ahí que los españoles hayan escrito "wele
kug" como "huele cuu". Simplemente porque tenían que lidiar con
una lengua desconocida, cuya pronunciación no manejaban y en una ortografía que
no se adaptaba.
5) En el
valle del Mapocho confluían distintas culturas, por ser los Picunches hablantes
de Mapudungun bajo el sistema social Inca, que tenían como lingua franca el
Quechua, pero que además hablaban el Aymara y el Puquina. Y contemos con la
posible presencia de hablantes de otras lenguas como el Cacán (lengua de los
Diaguitas) y quizás otras que se extinguieron temprano, pasando desapercibidas.
Por ejemplo, "red" significa algo en castellano, pero en inglés
significa "rojo". Entonces, nada ni nadie nos asegura que Welen sea
una palabra mapuche, aunque suene como una. Pudo haber sido una toponimia más
antigua, de una lengua que se habló con anterioridad, o de otra lengua
contemporanea pero que no dejó rastros escritos. De hecho, en una comunicación
personal, la lingüista mapuche Elisa Loncon me expresó la posibilidad de que
incluso Mapuchu (verdadero nombre del valle del Mapocho) ni siquiera fuera una
palabra mapuche. Este comunicado vendría del lingüista Willem Adelaar, el más
connotado lingüista especializado en lenguas andinas.
6) El
autor se enreda entero dando posibles interpretaciones al cacique Guelen Guala
(Welen Wala), haciendo una parodia entre el "pato izquierdoso" y
cuanta tontera se le ocurre. Si el autor supiera un mínimo de lingüística
andina, sabría que tanto en las lenguas Puquina y Aymara (lenguas habladas por
los Incas), como en la lengua Quechua en su variedad costeña (la variedad
utilizada por los Incas como lingua franca) se solían confundir las letras L
con R. Ejemplos claros son los cognados Rurana (quechua) con Luraña (aymara),
Wiraqucha (quechua) con Wilaquta (aymara), Rimaq (quechua cuzqueño) con Limaq
(quechua costeño). Wala se refiere a Wara, palabra aymara para "estrella".
El nombre Wara sí está registrado para personajes de origen andino. La
presencia de andinos en el valle del Mapocho está archi demostrada no sólo por
la historia y la arqueología, sino también por la toponimia y la antroponimia.
El culto a los Apos (del quechua Apu), nombres de lugares con toponimia mixta,
como Apoquindo (del quechua Apu Kintu), el cacique Michima Longko (del quechua
Mitmaq, "migrante"), y hasta el sistema numeral Mapuche, que tomó los
números 100 (pataka) y 1000 (warangka) del aymara "pataka" y "waranqa",
respectivamente.
7)
Hablando de alternaciones fonéticas, éstas existen también en las lenguas
andinas. Para dar un ejemplo simple en otro idioma: yo puedo decir que un
Japonés que aprende castellano puede pronunciar "pala" en vez de
"para", porque en el Japonés alternan L con R, pero jamás pronunciará
"pata" o "rara". Las mismas reglas se conocen muy bien para
las lenguas andinas y para el Mapudungun. Se sabe muy bien que en las lenguas
andinas Quechua, Aymara y Puquina alternaban L con R, T con Ch, Tr con T, I con
E, U con O, Q con Ø, Q con K, S con H o con Sh, y muchas otras. En el
mapudungun existen alternancias de J con K, Tr con Ch, F con V, D con Z, entre
otras, pero no alternan en ningún caso L con T, ni mucho menos con NT. Por lo
tanto decir que era "Weten" o "Wenten" es absolutamente
antojadizo y no obedece a ningún criterio lingüístico. Y ni siquiera pensar en
"Wangülen".
8) Y,
para coronar la torta, dice que el cerro no puede llamarse "Welen"
porque en ese caso tendría que ser "Guelén" para "hacerle caso a
la historia". Pero, ¿la historia de quién?, ¿Usted cree que los españoles
hicieron una votación para preguntarle amablemente a los mapuches si querían
cambiarle el nombre de su cerro Welen a Santa Lucía?. ¿O más bien lo hicieron y
punto?. ¿Por qué el Mapudungun actual –que se escribe con W– tendría que
hacerle caso a las normas ortográficas del Castellano del año 1500? ¡si ni
siquiera el mismo castellano lo hace!. ¿O acaso usted escribe "Santa
Lucía" como "Sãta Lucia"?. ¿Usted escribe "hacer",
como en el 2014, o "fazer", como en el castellano medieval?. El
Mapudungun desde hace más de un siglo que goza de normas ortográficas que se
adaptan a sus propias necesidades, basadas en las reglas fonéticas del
Mapudungun y no del Castellano, y mucho menos del Castellano antiguo (revise
los trabajos de Félix José de Augusta). Y esas reglas, propias del Mapudungun y
adaptadas para el Mapudungun, dicen que se escribe Welen.
Muchas gracias por adjuntar mi respuesta. Saludos.
ResponderEliminarRESPUESTAS
ResponderEliminar1) Respuesta: En efecto, eso es precisamente lo que señalamos, pero lo que usted no indica, y de lo que no se hace cargo, es de que se le asigna el nombre al cerro a partir de una mera interpretación derivada de lo que señalan las actas del cabildo. Ese es el punto.
2) Respuesta: Nuevamente el problema no es qué significa, sino que ese no era el nombre del cerro, como queda en evidencia de la primera respuesta.
3) Respuesta: No se cae en ningún error: lo que se sostiene fundamentalmente, es que la grafía tradicional siempre ha sido “Huelén”, y de paso, en otras respuestas, que el actual grafemario se hizo “entre gallos y medianoche”, sin consultar a los involucrados (Convenio OIT), y fue aprobado sin consulta alguna por la CONADI… Entonces, lo que carece de legitimidad política aunque lingüísticamente sea o no correcto, es precisamente el grafemario que impuso la “W” en reemplazo de la G / H. Adicionalmente, el Diccionario que usted utiliza no es el primero publicado, y su autor es alemán. Así que ahora, se escribe mapudungo a la alemana... Heil!
4) Respuesta: No inventa nada, simplemente realiza una reducción al absurdo para reforzar lo antojadizo de la “W”.
5) Respuesta: Ergo, ni siquiera puede argumentarse que “Guelen Guala” haya sido Mapuche, como sostiene la alcaldesa… En este punto, Hugo Campbell Sillis ha llegado mucho más lejos que nuestro artículo para restar legitimidad a toda la argumentación de la señora Tohá.
6) Respuesta: No es parodia: es reducción al absurdo. Lo que Campbell no entiende, es que los argumentos se exponen no a partir de consideraciones lingüísticas, sino históricas, que son las que determinan los siguientes hechos:
a) El cerro nunca se llamó “Guelén” ni “Huelén”, ni mucho menos “Welén”, cosa que la alcaldesa afirmó.
b) Guelen Guala no necesariamente era Mapuche (según usted), ni necesariamente dueño del cerro.
c) La traducción de Vicuña Mackenna del nombre es una invención…
d) Sus propios argumentos refuerzan el hecho de que toda esta “historia” es una invención a partir de una interpretación antojadiza de las actas del Cabildo. Muchas gracias por eso.
7) Respuesta:
a) Efectivamente: la hipótesis “Huetén / Huentén”, no tiene base lingüística, sino funcional, lo que sabría si se hubiera dado el trabajo de leer la investigación respectiva. No hable de lo que no entiende y no sabe.
b) Concuerdo en este punto con usted: la hipótesis de Bustamante, “Wanguelén”, pretende forzar los hechos para que se ajusten a su teoría.
8) Respuesta: No. Dice que en cualquier caso debería llamarse “Huelén”, que es como se llama la Avenida en Cerro Navia, y como tradicionalmente se escribió ese nombre en castellano, en Chile, desde hace más de 200 años. Las razones son las mismas que se exponen en la respuesta al N° 3, entre otras consideraciones.
Pretender argumentar únicamente a partir de un par de conocimientos en lingüística, sobre un tema donde ese punto no es principal, para intentar rebatir toda la argumentación sin hacerse cargo de lo que realmente se está sosteniendo, es no sólo una muestra de falta de capacidad de análisis, sino de una mediocre capacidad intelectual.
Dicho lo anterior, el que peca de extrema soberbia, miopía intelectual, profunda incapacidad analítica y un desaforado sentido de poseer la verdad, es usted, señor Campbell.