martes, 7 de octubre de 2014

Chile tiene que revisar algunos santos que están en los altares. Académico Carlos Huneeus

Este país tiene que revisar algunos santos que están en los altares. Académico Carlos Huneeus.


La Concertación bajo juicio: la tesis Huneeus   ENLACE AQUÍ

"Este país tiene que revisar algunos santos que están en los altares". Esa es la premisa del sociólogo y académico Carlos Huneeus, que estrena un libro con un duro análisis de los cuatro gobiernos de centroizquierda. El ex embajador cuestiona el rol de figuras emblemáticas del bloque -como Lagos, Boeninger y Frei- y convoca a una revisión crítica de los 20 años en La Moneda.   por Hernán López
Hoy es 5 de octubre, fecha de fundación de la Concertación. Es en estos días que el sociólogo Carlos Huneeus estrenará el libro La democracia semisoberana. Chile después de Pinochet. El académico y ex embajador realiza una crítica descarnada de los 20 años de gobiernos de la centroizquierda, de las deudas y de las limitaciones del sistema chileno. Huneeus sabe que a los dirigentes del bloque “no les gusta mucho el debate”, pero cree que llegó la hora de un análisis crítico y de “revisar algunos santos que están en los altares”. La visión conservadora de Boeninger, la excesiva cercanía de Correa con los militares, la escasa experiencia política de Frei y las sombras del gobierno de Lagos son algunas conclusiones. “Si las reformas institucionales y los cambios de políticas no se llevan a cabo, se consolidará la democracia semisoberana”, dice el autor.

Una característica de lo que usted define como democracia semisoberana es la serie de amarres que tiene el sistema actual debido a la Constitución. La Nueva Mayoría promueve su cambio, pero no hay acuerdo ni en el mecanismo ni en lo que debe modificarse. ¿Cree que, ahora sí, llegó el fin de esa Constitución?
Habrá nueva Constitución, pero esa nueva Constitución no creo que plantee temas muy innovadores, porque no ha habido un debate amplio sobre el tema constitucional, está muy restringido a técnicos constitucionalistas. El cambio es más que la organización del sistema político, y eso no es sólo un tema de constitucionalistas. Dada la forma en que está dirigiendo el tema el gobierno, no sé si se va a plantear, por ejemplo, revisar la forma unitaria del Estado. Eso implica decisiones sobre la forma, sobre los tributos y la recaudación, es romper con la imagen del Estado centralista. Otro tema es el presidencialismo, el jefe de gobierno, en fin. Seguir con la Constitución de Pinochet renovada no tiene destino, el punto será cuán novedosa es, y no que sea un árbol de Pascua con muchos derechos que la hace una declaración de principios y no una arquitectura renovada.

Usted critica al ex Presidente Lagos y su cambio a la Constitución durante su gobierno. También cuestiona su cercanía con los empresarios e incluso cuestiona temas de los que, aparentemente, el ex mandatario no era partidario, pero de todos modos no modificó, como el financiamiento compartido en educación. ¿El de Lagos fue un mal gobierno?
Lagos cometió muchos errores, y como fue el primer presidente de izquierda después de Allende, debió pensar menos en reconstruir las confianzas del empresariado con la izquierda. Debió profundizar transformaciones que no hicieron los gobiernos anteriores y que él pudo haber hecho. Desde ese punto de vista, su gestión me parece insuficiente.

Usted también es crítico de los actores que acompañaron a Aylwin en su primer gobierno. En especial del ex ministro Edgardo Boeninger, del que busca desmitificar su figura de gran político, y le reconoce un rol de diálogo que terminaría tornándose más una carga que un plus.
Soy crítico de varios ministros, no solamente de Boeninger, sino también de otros, como el ex ministro Correa, que tuvo una influencia enorme en el tema militar, algo que no le correspondía a él, y también del ministro Foxley. Este país tiene que revisar algunos santos que están en los altares. En el caso de Boeninger, él se metió en muchas cosas, trató de intervenir en todo sin tener visión de las necesidades del país y, para peor, con una visión demasiado conservadora. Boeninger no tenía una visión de país, era un político, negoció mucho y muchas veces las negociaciones fueron malas.
Pero Boeninger por algo es tan recordado, incluso en estos días. Boeninger era un tipo extraordinariamente inteligente, pero que tenía demasiada información y no tenía visión como líder. Nunca ganó una elección, no tiene una visión de la política. El tiene una visión de las políticas del gobierno, él fue un funcionario público distinguido que redujo la política a la formación de políticas. La democracia es más que eso. Nos ha hecho muy mal decir que hemos sido la transición más exitosa de América Latina, y que la Concertación es la coalición más exitosa de Chile.

Se desprende que, finalmente, el “modelo” de Boeninger ha mantenido las limitaciones que hacen de la democracia chilena una democracia semisoberana, la tesis del consenso excesivo.
Boeninger es el más representativo, por su inteligencia y la extraordinaria seducción que atrajo a mucha gente, pero hay otros ministros que también aparecen como insustituibles. Esa personalización de que el Chile de la Concertación se debe a tres o cuatro ministros me parece de un narcisismo tremendo, que le hace daño a la renovación de la agenda democrática.

En su libro, en varios pasajes usted reivindica el rol de Aylwin, que en los últimos años ha sido sometido a un duro juicio, como la idea de “lo posible”.
Valoro que él haya tenido la visión de que el tema de los derechos humanos y lo de Pinochet era fundamental. El tuvo más audacia que sus ministros.

¿Es el presidente más audaz de todos los que ha tenido la Concertación?

Sí, por el tema Pinochet, que era comandante, contaba con el apoyo del empresariado, de los partidos de derecha, en fin.

En uno de los capítulos define a Enrique Correa, ex ministro de Aylwin, como un hábil político, con diálogo directo con las Fuerzas Armadas y que fue construyendo “una amplia base de poder” que lo convirtió en un lobbista destacado.
¿Pero qué tiene que hacer el ministro secretario general de Gobierno con los militares? ¿Por qué transó todo con los militares? El subestimó a Jorge Ballerino, la seducción de Ballerino en Enrique Correa es completa. Correa cedió todo, cultivó incluso una relación antes de ser ministro, lo que fue una pésima señal para los militares. Era un ministro socialista que hablaba bajo cuerda con Ballerino, que era el jefe político de Pinochet, siguiendo un doble juego que tuvo un costo muy alto para la Concertación.

Hoy Correa sigue manteniendo una influencia importante...

Correa es un político para el que el gobierno y lo suyo no están separados, y ha seguido en eso. Con eso él consolida su liderazgo personal. El es un político, y los políticos buscan intereses personales. No entiendo por qué la renovación de los dirigentes de izquierda, en especial los ex Mapu, es sinónimo de derechizarse. Por qué la renovación no significa buscar nuevas políticas para llevar adelante utopías y objetivos, y no ceder banderas y tomar las posiciones de la derecha.

Leyendo su libro, uno puede inferir que no todos los gobiernos de la Concertación tuvieron la misma trascendencia. Me refiero en especial a la administración Frei, a la que le dedica poco tiempo en las más de 600 páginas.

Efectivamente le doy al Presidente Frei Ruiz-Tagle menos relevancia, por la escasa experiencia política que tenía. El había sido senador y presidente DC, pero fue presidente de la DC para ser candidato a La Moneda; entonces pasó de la empresa privada a la presidencia de la República. En ese tiempo es imposible lograr la experiencia y las capacidades para llevar una presidencia exitosa, y especialmente después de Aylwin, un hombre con una tremenda experiencia política. Con Frei se debilita la presidencia por su menor experiencia política. El no era político, era un hombre del sector privado y sentía lejana la política.

Usted recuerda a modo de anécdota que en la campaña de 1993, en algunos sectores rurales pensaban que el candidato era Eduardo Frei Montalva. ¿Frei gana sólo por ser “el hijo de”?
Sí, eso es claro. En el libro pongo las ENCUESTAS que le daban a él más popularidad que Aylwin, y eso era por el apellido del padre. Eso le crea una tremenda limitación, porque la figura del padre era una figura que lo opacaba.

Otro dirigente DC que usted destaca es Gutenberg Martínez. A su juicio, hizo su poder “en un trabajo cuidadoso y constante de construir lealtades entre dirigentes intermedios”. Hoy, ex dirigentes de la Concertación, como Martínez, quieren reeditar influencia.

Es una tensión que no solamente atraviesa los partidos, está en gremios que vienen desde hace un tiempo, por ejemplo. En los partidos hay una continuidad enorme, y en el caso concreto que usted menciona, son los que forman un liderazgo sobre la base o control de una máquina, y no sobre la base electoral, como dirigentes que tienen apoyo popular y se imponen por esa condición en la directiva del partido. Martínez no ha sido senador, es un caso único de parlamentario con tanto poder y que apenas haya sido diputado. Ni siquiera ha sido ministro.

¿Cree que la tesis del consenso fue desvirtuando los cambios al sistema?

Nos va a pesar por un tiempo: por qué fueron tan continuistas, por qué las privatizaciones, por qué se dio legitimidad a los empresarios surgidos en la dictadura. Eso no estaba determinado por Pinochet; fue una decisión voluntaria de ellos y está marcada por el trauma de la Unidad Popular. O en el caso de Correa, por el ultraizquierdismo de los años 60, que llevó a que los rebeldes de la DC fueran adversarios de la “Revolución en libertad” y tampoco estuvieran con Allende.

En la parte dedicada a las privatizaciones, usted dice que uno de los críticos era Carlos Ominami, pero que en su tiempo como ministro y luego como senador no fue capaz de revertir.
Carlos Ominami le rinde homenaje a José Yuraszeck, el hombre más emblemático de los antiguos empresarios que vendieron y compraron. Estoy pensando en Ponce Lerou, en Andraca y algunos más. Lo complicado de Ominami es que él iba a ser jefe de la campaña de Lagos, estaba enviando un mensaje muy favorable al mundo de los negocios.

Usted insiste en que uno de los errores de la Concertación fue el protagonismo de Hacienda en las políticas sectoriales. ¿Qué le parece que el ministro de Educación sea un ex titular de Hacienda?
Mal me parece, mala señal; un ministro que no sabe de educación, mal. Hasta hoy no tiene propuesta sobre el fortalecimiento a la educación pública.

¿Bachelet cuenta con respaldo para conseguir la gratuidad en educación?
Es penoso que Eyzaguirre no haya logrado poner al centro a la educación pública, ese es problema del ministro y su liderazgo. La gratuidad es el eslogan que se usa para tapar muchas otras cosas. Este es un cambio de paradigma de la educación implantada por la dictadura, continuada y no revisada por la Concertación.

Para usted, el sistema económico pudo continuar tanto por la adhesión de la Concertación como por la imposibilidad de la izquierda de tener un modelo alternativo. La primera gran crítica al gobierno de Bachelet ha sido que “transó” en la reforma tributaria, con otras dos reformas por discutir. ¿Siente que la izquierda puede terminar subordinada a las fuerzas moderadas de la coalición?
Veo a la izquierda tan desperfilada... Imagínese usted que es un senador PS el que patrocina una ventaja tributaria para repatriación de capitales. La izquierda no se merece esto, Allende no se merece esto, Almeyda y tantos políticos ilustrados no se merecen que hoy la izquierda abandone sus banderas y tenga una relación tan cercana con el poder económico que no exista en ningún lugar del mundo una democracia como la nuestra. El talón de Aquiles es la proximidad entre el poder político y el poder económico.

¿No hay opción en el PC, hoy oficialista, o en el PRO de Enríquez-Ominami?
No sé. Pensemos que en la elección de 2009 había dos candidatos que eran empresarios, Frei y Piñera, y el tercero tenía un jefe de campaña que era empresario. Entonces la excepción era Arrate y la izquierda extraparlamentaria. ¿Qué ha pasado ahí? Ese es el error garrafal de diseño del gobierno de Aylwin y que siguió más adelante, de santificar a los empresarios, de maltratar la política y descuidar a los partidos, que llevó a que la guinda de la torta sea el voto voluntario. Lo dejo anotado, hay algunos que reniegan, que hacen autocrítica, pero hay gente que apoyó, por ejemplo, el binominal.

Usted menciona a René Cortázar.

Cortázar es gran alabador del binominal.

Cortázar, por ejemplo, sigue vigente.

Sí. Hay poderes fácticos en la Concertación con un enorme poder. Allamand hablaba de los poderes fácticos de la derecha, pero en la Concertación hay poderes fácticos con una capacidad enorme de impedir la renovación. Algunos son estridentes, pero son parte de ese sistema. Pienso en Guido Girardi, por ejemplo.

¿Es posible cuestionar lo que se hizo?

Este es un país al que no le gusta el disenso. Los próceres de la Concertación tienen un rechazo fuerte al disenso, muchos trabajaron en los centros académicos, pero no les gusta el debate; es todo o nada.

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